Foto: Antonio Domínguez de Mazaira
El JARDINERO
Algunos fragmentos de la obra inédita titulada: "EL JARDINERO GALLEGO DEL LEHENDAKARI"
El miércoles 7 de Octubre es nombrado en la Sala de Juntas de Gernika primer Presidente de Euzkadi D. José Antonio de Aguirre, y se trasladó al pie del Árbol de Gernika donde prestó su histórico juramento:
Jaungoikuaren aurrean apalik
Eusko-lur gnian zutunik
Gernika`ko zuaizpian
Nere agindub ondo betetzia
Zin dagit
Ante Dios humillado
En pie sobre tierra vasca
Con el recuerdo de los antepasados
Bajo el Árbol de Gernika
Juro. Cumplir fielmente mi mandato.”
El ahora Lehendakari, investido de una gloria terrena que solo los hombres que alcanzan sus propósitos o sueños son capaces de experimentar donde el poder, las adulaciones, las petitorias, y el gobierno y bienestar de muchas vidas estaban en sus manos. Y sólo él juez de su propia conciencia que pueden hacer declinar la balanza que sopesa el trabajo político y sus actuaciones en el norte de la justicia. Porque no hay que olvidar que José Antonio de Aguirre era un hombre que examinaba su conciencia al llegar la noche, para que el nuevo día fuese más justo. Y ahora, al llegar la noche, fue el Lehendakari quien recordó a su Jardinero gallego, Antón de Mazaira. Y supo que los jardines estarían en sus horas más fatídicas: la salida para el exilio, su muerte aún en plena juventud. Siempre las flores estarían presentes, y al pensar en las flores acudirá a su mente su fiel jardinero de Gueñes. Recordó, por tanto, aquellas escenas contadas por el jardinero y que en su lecho de muerte acudían torrencialmente o intermitentemente; como un aguacero que pretende reverdecer el ataúd de los justos en el día del entierro. Con su presencia yerta, la lluvia del norte comenzó a llorar. Los que se fueron dejaron el camino oscuro y ahora era testigo de la verdad de una verdad que sólo los muertos son conocedores y en la fase oscura del tulned cuando comienza a vislunbrarse la luz.- Sintió la voz del jardinero-:
- Señor, yo cuando salí de mi Galicia natal abrace a los carvallos, las castiñeiras y demás árboles de mi huerto. Descalce mis zapatos ante el carvallo e hinqué mis pies junto a sus raíces, tratando de impregnarme de su fuerza, y de su longevidad. Porque recuerde el Señor, que en Galicia también tratamos los asuntos políticos y sociales al pie de los carvallos, y en los pórticos de las iglesias o ermitas. El desarraigo forzoso de todo aquello cuanto se quiere, causa dolor, un dolor medular que altera la química de nuestro cuerpo hiriéndonos el alma y nos produce morriña. Si, produce dolor dejar la tierra de los ancestros y donde uno ha nacido y respirado el aire de la vida. Que dolor será el que produce cuando has de despedirte de tu amor, del paisaje, de tus animales, de las fuentes... De todo menos de tu propio pellejo que éste es la envoltura de uno mismo y es caparazón de vida, dolor y muerte.
No había una alegría plena en aquella investidura a lehendakari, no por la investidura en sí, sino por los acontecimientos. La ocupación de Guipúzcoa conllevaba una desmoralización irremediable aquél Domingo 06 de septiembre del 36 sacude al bando gubernamental y la primera en caer es Fuenterrabia y el Fuerte de Guadalupe, capturando toda su logística, munición y armamento. Y la indefensión era total, al día siguiente esperaban un cargamento por medio del barco Lezo Urreiztie cargado con veinte mil fusiles procedentes de Hamburgo.
El cielo estaba ceniciento y una mezcolanza agridulce sentía mi alma. Con la Republica Democrática uno podía exponer en el Hemiciclo con libertad los asuntos políticos y sociales afectos a mi Pueblo vasco, auque soy consciente que tales asuntos caen en saco roto, en oídos taponados por el cerumen y conciencias somnolientas, hipnotizadas por las palabras huecas que retumban en la caja acústica del hemiciclo. Son muchos de ellos políticos por conveniencia propia, sin importarles un ápice las vidas, derechos y libertades de las personas, son hombres de negocios que esperan que sus empresas y desde el privilegio de sus poltronas prosperen más aún y por ende sus rentas y negocios medren. Otros son idealistas, capaces de llevar sus principios si fuera necesario hasta el sacrificio personal, aquellos son los que me escuchaban y sus oídos atentos a las palabras de un diputado vasco que reclamaba el derecho histórico y cultural de un pueblo que día a día se definía aún más por su camino hacía la libertad y la nación.
Llevaba tiempo soñando con una Euzkadi de progreso, de libertad y en mi sueño los perseguidores iban detrás de mí pidiendo mi cabeza. Pretendía huir de aquella vorágine, pero mis piernas no respondían. Como si las ordenes enviadas por mi cerebro a los miembros y sus conexiones neuronales no respondiesen y acababan por alcanzarme el enemigo. Me herían en el pecho causándome un gran dolor y al morir, otra vez soñaba que estaba en una casita blanca junto a un mar que por su color verde esmeralda debía de estar próxima a algún paraje cántabro, frente a mi querido Cantábrico.
Las tropas de gudaris uniformados, firmes como los robles me presentaban sus armas, lista para proseguir en el combate, esperando mis órdenes, querían apurar la resistencia hasta las últimas consecuencias, por la defensa de nuestra identidad y nación. Pero, parece ser, que todo estaba perdido, lo que soñaba era el exilio. Observé los rostros de los gudaris y muchos de ellos sus ojos anegados por las lágrimas con el dolor que produce el exilio, un exilio eminente, otros su destino fue a manos de pelotones de fusilamiento; otros se rindieron al enemigo. Aquellas lágrimas me dolían más que las propias, se deslizaban por sus mejillas hasta caer a tierra.
Al igual que las gotas de lluvia regando el jardín por primavera. Miré a mi derecha y el jardinero de rodillas continuaba meticuloso y activo con su tarea, por su fisonomía era Antón de Mazaira, el gallego, pero no había tiempo para saludarlo, sin embargo, un deseo desde la muerte cuando aun se sueña grité: ¡Antón me voy para el exilio! ¿Qué haces metido en mis sueños, en esta pesadilla? Y el jardinero giró la cabeza tocada con su injertada boina, se levantó y la azada que llevaba en su mano se transmutó en un fusil y en cuya ánima del cañón del arma florecía una flor. Solo yo, veía al jardinero, todos los demás parecían ajenos a la escena. El jardinero, Antón, tenía la boina calada hasta las cejas y ha medida que se acercaba, al definírsele más sus rasgos faciales, tan peculiares, y su deje gallego que lo acentuaba al murmurar palabras que me eran a la distancia, inteligibles. Un deje galego injertado en su alma que aún lo conservaba, después de tantos años en Euskadi. Sin embargo, no pude definir lo que murmuraba. Sin embargo, lo observaba; hizo un agujero en la tierra con la culata de aquél convertido fusil y a modo de quien planta un árbol, plantó el arma. Y al hacer esto, al igual que una parafernalia o un rito sacramental extraño. Sentí que en aquella tierra, nuestra tierra, plantó también su alma. Y al instante germinó y retoñó hombre y fusil; en un roble de amplio tronco y frondoso de follaje, donde hombres con espíritus de paz y concordia debatían sus asuntos, más no pude escuchar sus palabras. Porque las palabras de verdad están en lo alto de la montaña, en un zarzal ardiendo, donde debes de permanecer con los pies descalzos y oídos atentos.
Una lancha rápida varó en la playa, me esperaban y sabia que embarcaba hacia una frontera cuyo derrotero era imprevisto. Sin embargo, iba en paz con la conciencia tranquila soñando que soñaba en un futuro universal de Paz.
La Arboleda pueblo natal de mi padre. Cuando mí padre describía aquellas fatídicas escenas de guerra y exilio, y pretendía recordarlo para así algún día poder escribir en el papel sus memorias, porque, lo que es en mi alma las dejo impresas a fuego. Dejándome constancia de una guerra, de las guerras, que además de las secuelas físicas son más profundas las psíquicas. Aún así, el tiempo con los resortes psíquicos de los cuales están dotados el cerebro se consigue anestesiar aquello que nos duele en el alma. Pues la imaginación y el recuerdo se ven distorsionada debido a la trascendencia vivida, máxime cuando es negativa. Por esa capacidad de la mente a adormecer los recuerdos hirientes somos, capaces de adaptarnos a los sabores amargos que proporciona la vida. Sin embargo, aquellos recuerdos contado por mi padre desde el dolor que le causó aquella maldita guerra fraticida; unas heridas Psíquicas profundas que nunca cicatrizaron. Lo que se entiende en psiquiatría por estrés postraumático: "cuando se vive aún por la víctima los recuerdos desencadenantes de una situación de persecución y terror latente a una situación que fue objetiva y subjetiva en el poso psíquico que le quedó. La fuerza con que contaba las escenas, desde la óptica de una persona de corta edad, que vivió los latigazos y secuelas de una Guerra injusta y antidemocrática con derivación de un exilio. Por tanto, escuchar sus avatares y sus dolores calaron en mi alma, contagiándome las angustias y los hice míos. Decidí evocar unas vivencias ajenas, heredadas sin arte ni parte, y las hice mías. ¿Se puede heredar el sufrimiento? Creo que sí, también su capacidad de resistencia. Nuestras células varían desde el momento en que nacemos, los genes no son inmunes a las mutaciones y las angustias se somatizan.
Siempre he estado y estaré en contra de la violencia, solo cuando uno ha de determinarentre morir de pies o de rodillas, es cuando sería capaz de empuñar las armas, como elemento de defensa disuasiva. Pero, utilizarla contra el otro es algo que desconozco por la falta de práctica, un arma impone y disuade las acciones del enemigo. Protege por tanto la integridad física y la salvaguarda.
Dolores Ibarruri Gómez, La Pasionaria, decía lo siguiente, en cuanto a que no se organizó ni luchó de forma contundente y ordenada:
“Lo que no se hizo mientras en Euzkadi se luchaba contra los facciosos, lo hicieron éstos al conquistar el País Vasco. Toda la industria, con ritmo febril, comenzó a trabajar para la guerra, dando al ejército franquista lo que no dio a los defensores de la República.
Esto es un hecho y los hechos son los que cuentan en la valoración de las actividades de los hombres o de los partidos. Y aunque sea desagradable recordar páginas tristes y dolorosas, ellas están en la historia y es ésta quién la recuerda y la muestra.
El Partido Comunista, entonces mismo, cuando aún estaban las cenizas calientes de Gernika, examinó con espíritu crítico lo ocurrido, no salvando de esta crítica, ni liberando de responsabilidad a algunos de los comunistas vascos, especialmente a Astigarrabia y a Urondo, que participaban en el Gobierno vasco, el uno como militar y el otro como director de Obras Públicas, que no fueron capaces de ayudar a corregir deficiencias, tanto en orden a la transformación de la milicia en el Ejercito regular, como acerca del aprovechamiento industrial del País vasco”.
Y el Diario DEIA una vez más me concede un cauce de expresión a través de sus páginas, por medio de aquel artículo que vio la luz el día 5 de Octubre de 1999, con el siguiente título: “ BARCO “LA HABANA” AÑO 37”
-“ Ya no sé si era invierno o verano o si las hojas de los árboles estaban diseminadas por mi Arboleda natal o si la primavera rompía en brotes de colorido. Lo que sí recuerdo es que estaba todo el paisaje herido de brechas a golpes de picos de los mineros. La tierra herida de socavones producidos por los bombardeos, las galerías fisuladas de sísmico pernicioso. Las cerchas de contención parecían de hierro trefilado; se tuercen como las patas de un bambi en un río helado. Los lisos se desprenden, y la miseria enlutada campea en las casas de los mineros. Algunos cambian el pico por el mosquetón. Lo que sí ocupa mi mente es el recuerdo de aquella mañana: el cielo gris emplomado y la atmósfera con olor a pólvora quemada de metralla y a madera exterior de las casas embreada. Todo el espacio, además, rezumaba a brisa Cantábrico y melancolía. La Muerte, aquella señora anciana a los noventa y pico de años. Ya no tejerá, al menos por el momento, más jersey de lana para mí. Una depresión física y espiritual que pesaba como una losa me acompañó desde aquél momento durante toda mi vida. Nuestros tres hermanos mayores cambiaron las peas de pinos por fusiles milicianos, y resistieron tanto... que acabada la Guerra oficialmente, continuaron tirando tiros al aire. Mi madre, una burgalesa incombustible, nos asía de las manos, tras cerrar la cerradura de la puerta de la casa con varias vueltas de llave. Aquella llave de la casa siempre la llevaba colgada de una cuerda a su cuello; por la casa y lo que representaba se hubiese dejado ahorcar. Un perro con las cuencas de sus ojos perrunos vacías de sus órbitas y por los oídos expulsó el cerumen y parte de la masa encefálica a consecuencia de estallarle bien cerca una bomba aérea; aullaba de miseria (dolor) e impotencia, y a golpe de olfato nos seguía fiel y tullido tras nuestros pasos. A aquel perro lo estuvimos criando mi hermano Tomás y yo. Le pusimos de nombre Miliciano. Nuestro caminar impertérrito, nuestra madre tiraba de nosotros al igual que los caballos pecherones franceses de la mina. Aun seguimos escuchando sus aullidos hasta la altura de la Reineta, pese a los ruidos del camión; un G.M.C – USA., Que nos transportaba como carne de cañón. Los aviones de combate surcaban el espacio aéreo: abejorros metálicos zumbaban ansiosos de traspasar la barrera del sonido sin conseguirlo; excrementando bombas ex-terminadoras de seres humanos, animales y vegetales.
Eran las siete del alba como caballo cojo camino del matadero. Nuestra madre lloraba y sus lágrimas de brisa cantábrica, juro que eran rojas jaspeadas por las Bóreas en honor a Astreo y la Aurora, Dios del viento del norte. La Arboleda pueblo de Bizkaia quién ha visto las lágrimas cuajadas de cuarzo en las grutas de los mineros al alcanzar el Carbonato de aquellos niños evacuados del 37. Arboleda miliciana y popular, variopinta de sus gentes y las ideas. ¿Por qué no construyes el monumento a los repatriados por las manos del escultor del Pueblo? Tembló Blas de Otero en tus minas, y de su voz se impregnaron de jirones los hierros carceleros, por alcanzar la libertad. Pensó el Poeta que el capitalismo era superable y murió con sus angustias. Las vibraciones del camión transportador de niños me producían un cosquilleo en los oídos y pensé que me ocurriría algo como a Miliciano, nuestro perro. Sacó mi madre del bolsillo del delantal dos txartelas.
-¡ Señor, por favor! ¿Me puede decir lo que dicen estos papeles?
El señor examinó los papeles y leyó en voz alta: Euzkadi gizarte laguntza zaingoa. Expedición a Francia, embarque Nº 282 y 283, respectivamente todos los niños evacuados.
-¡Pero Señora, aquí dice que tiene que poner una fotografía de los niños y sujetarla con una grapa! Contestó nuestra madre: “ No hace falta fotografía de mis hijos de este nefasto suceso”
-¡Se equivoca, Señora, una imagen vale por mil palabras! Respondió ya altiva nuestra madre:
-“ La libertad es el ejercicio libre de expresar con palabras lo que el pueblo soberano legitime en democracia, si el pueblo pide pan o paz hay que dársela” Prosiguió: “ Los pueblos sometidos a yugo por el invasor se encontrarán con todo un pueblo expresándose en soberanía. No sabe Vd., Señor, que las palabras perdurarán al igual que las Tablas de Moisés, ejecutadas por el dedo de Dios”.
El Barco la Habana zarpó y en el puerto quedaron las madres de la guerra. Al romper el horizonte las divisamos como un átomo visto por el microscopio electrónico. Desde entonces, las andereño sustituyeron temporalmente a nuestras madres; lo peor era cuando llegaba la noche y los recuerdos invadían nuestra mente. Lo he recordado toda mi vida y he asociado a las andereños con las sirenas de Ulises.
En memoria de mi padre Carlos. Telegráficamente ¡Por favor, ETA que continúe la tregua!
Era el año del barbecho o quizás para mí llevaba muchos años sembrando sin recoger los frutos y, por tanto, el terreno donde sembraba siempre era de barbecho, sin ninguna posibilidad de recuperar lo perdido. Por todo ello yo también soy una victima de otra forma de terrorismo. Al poco tiempo el Rey hace unas declaraciones en televisión denunciando la corrupción. Debido a que estallaron casos múltiples de diversa índole y en diversos sectores, implicando a personajes próximos al Gobierno. Era todo aquello como un globo que se fue hinchando hasta que las paredes elásticas no aguantaron más presión y estalló. Los que habíamos llorado de anhelo por alcanzar la esperanza del cambio, aquella esperanza, que a muchos nos produjo el triunfo socialista. Ahora yo, lloraba de angustia porque la mano que traía una rosa mutó de tal forma que se convirtió en un puño de plomo y aquella rosa generó tal multitud de espinas aceradas que laceró e hirió a los corazones más puros, y las conciencias más refinadas y con su perfume a pestilencia anegó y alimentó la corrupción, al igual que cuando se descompone un cuerpo o una sociedad, cuando su gestión por los gobernantes no es la más adecuada.
En una ocasión Julio Aguita dijo algo parecido a esto: “Con la caída del Muro de Berlín han dejado de existir las lateralidades políticas, incluso las ideológicas. Los partidos políticos sólo se les definirá por sus programas, y en el reparto económico ante las prioridades sociales”
Recuerdo que estoy hablando con el corazón no con los datos en las manos, no estoy escribiendo un ensayo político estoy intentado escribir los biorritmos pasados por unas vidas que generación tras generación se ha tropezado con las artes de gobiernos tiránicos, desde tiempos pretéritos-aciagos, hasta nuestros días.
Parte del Capitulo 1
CAPITULO I
Era Navidad, y un viento frío cruzaba mi cara dejándome la barbilla y mandíbula adormecida; iba cabizbajo con los andares inestables, no etílicos; unos mareos acometían contra mi equilibrio dinámico. Había leído algo sobre la depresión y sabia que un estado de ansiedad grave como el que padecía los vértigos eran algo que correspondían a su propio cuadro sintomatológico. Todo lo que observaba se convertía desde mi óptica en negatividad: las canciones navideñas, dulces cantares, eran para mis oídos como lanzas que penetraban y sé hincaban en mí cerebro e hiriéndome en mi corazón activando la voz de las angustias y por efecto "simpático" conexionaba con el sufrimiento pasado de mis ancestros, insertados en mi memoria genética, Rrecuerdos laceradamente al pensar en mis seres queridos que un día se fueron con el equipaje justo que cubre su cuerpo yerto.
Los recuerdo aparecían en mi mente como acusadores de conflictos pretéritos que venia a exigirme cuentas retroactivas que creía que estaba saldadas. En un tiempo fui un ser hipocondríaco donde todos los síntomas de las enfermedades del mundo las padecía.
Para acentuar aún más la cruda situación; las palpitaciones cabalgaban por mi caja torácica como caballos desbocados, un dolor en la espalda y pecho me anunciaban la posibilidad de padecer en cualquier momento un infarto de miocardio; unas ganas de echar a correr hacia algún lugar me dominaba. Invocaba a mi mente con la intención de relajarme, para ello, trataba de concentrarme en recuerdos y situaciones donde aparentemente fui feliz. Pero, ¿quién puede oler el perfume de una rosa cuando los sentidos están alterados al igual que una congestión nasal, y uno mismo se siente como la mierda. En tal situación, sólo se captan los olores de la miseria y la parafernalia lóbrega de un sentimiento de muerte. Por ende, la recreación se quedaba sin hacer acto de presencia, su bálsamo se esfumó; no controlaba las palpitaciones del corazón que como terco caballo desbocado se dirigía al barranco. Yo, podía era denso, fuerte y musculado. En otro tiempo era capaz de sugestionar y producir un estado de trance hipnótico a cualquier individuo, ahora, la autosugestión, con el alma sublevada sus efectos beneficiosos se quedaban como el papel mojado; con la escritura hecha un jarabato emborronado; al abrigo de una humedad que nunca nadie volverá a leer su significado.
Entré en una iglesia, como acicate, en busca del milagro, eran días próximos a la Navidad, un olor a cera quemada penetró en mis pulmones produciéndome una tos seca, nerviosa no virulenta quizá alérgica.
Todo el espacio tenía un aspecto sobrio, las luces alumbraban tenues, el recinto al caminar de mis pasos de peregrino gallego hacía el santuario de mi ruina. Agónicos mis andares, retumbaban los pasos en sus tarimas de madera y un eco sórdido vaciaba mis oídos de angustia con tenues silbidos a esperanza. Yerto y trémulo estaba el Cristo de alabastro pulidas sus rodillas a golpes de miles de labios y pañuelos que friccionaban con manos ancianas, tras uno y otro beso, sus rodillas pulidas en deseo y esperanzas vanas,... las tumbas sin resucitar de sus difuntos, oraciones perdidas en la cúspide de su bóveda, funerales de ceniza y en cuerpo presente, podía captar un olor etéreo a carne corrompida quizás de algún difunto que hace escasos minutos que se celebró su sepelio. Muerte y más muerte abrumaban el espacio. De repente recordé que a la entrada al santuario no moje mis dedos en agua bendita, retrocedí sin perder la cara al Cristo para cumplir con los buenos principios religiosos tal como a tierna edad fui enseñado, y me santigüe, después retorné al mismo lugar, sólo que dos bancos más adelante. Más cerca del altar, aspiraba con más intensidad el perfume a incienso. La cera y la mecha de las velas sé quemada y consumía paulatinamente. Pensé que la llama de la vela era como nuestras propias vidas, algún día tiene que llegar el momento final donde nuestra vida se consuma y aparezca la muerte como consecuencia inequívoca de la vida, y las mariposas de la luz en circulo, como abejas colmeneras presagiando la muerte de la reina de la colmena, llenen nuestros oídos de vacio, de mar, al igual que las caracolas pegadas a la oreja; vivir, morir, eterno círculo. No quiero ser carnaza para los peces de mar, tampoco para los gusanos de tierra, las lenguas de fuego del horno crematorio de los difuntos serían como ir al infierno, dejadme al aire entre las paredes ladrilladas del nicho, a solas: con el vacío de la eterna soledad, la muerte madre fénix de la vida de cuya alternancia nadie está libre. -¿De cuantas muertes son culpables los que tiene a merced suya el gobierno de nuestras vidas, y en la calidad de vida de sus conciudadanos en éste tránsito de luz y oscuridad?
Ahora estaba en la iglesia por un puro acto de fe, o al menos de esperanza. Y fue sin premeditación, un acto instintivo; como si los genes de mis ancestros acostumbrados a sus oraciones, rosarios y responsos en aquella Galicia rural donde la iglesia e hidalguía abarcaban todo el espacio social; fuesen ellos los culpables de que yo, en un acto inconsciente fuese a parar con todas mis angustias en busca de esperanza a ésta iglesia, que no sé siquiera lo que pedir a los santos por saber que están yertos y gélidos.
Según estaba consultado con mis pensamientos,... escucho unos pasos reverenciosos, miré por encima de mi hombro y observo que una mulatita, se llevaba un pañuelo a la cara gimiendo en sollozos como desgranándose al igual que la fruta, en angustias. Sus lágrimas más desahogadas que las mías, porque a través de tantas lágrimas la servían de válvula de escape para sus sufrimientos. Intuí que la mulatita sería una de tantas jóvenes que vienen engañadas a nuestro país con la esperanza de encontrar un puesto de trabajo y se encuentra con que tienen que ejercer la prostitución, una de esas colombianas o brasileñas secuestradas en los burdeles de alterne introducida en nuestro país por redes de mafiosos proxenetas.
Hay algo psicológico cuando vemos que otros sufren; es como un resarcimiento el saber que nuestro sufrimiento no está sólo, hay gente que también el dolor le hace mella, este es el principio de la terapia psicológica de grupo. ¡Ojalá! Pudiera llorar en forma de cascada porque, aún así, tardaría en desalojar mi dolor trescientos sesenta y cinco día sin contar si el año es bisiesto o no. Aquella exótica belleza distrajo mis responsos al altísimo, distorsionando aún más mis conexiones con la divinidad.
Pese a reconocer que la belleza femenina siempre fue mi talón de Aquiles, sin embargo, mi estado de ánimo no me permitía rejodijarme en su espejo. Todo aquello me recordaba a un caso que cuenta la tradición y que ocurrió en el Templo de Nuestra Señora de Guadalupe (Cáceres): un judío entró en el templo y el Cristo comenzó a llorar sangre, y por sus heridas aún no restañadas brotaba como de manantial sereno el vital elemento. Aquel judío fue molido a palos y descuartizado por los fanáticos religiosos. Es peregrino, inculto y fanático creer que una raza es culpable por lo puedan haber hecho o no sus ancestros. Aunque la realidad supere a la ficción: son sin duda campañas de persecución con matices de acose y derribo. Fomentadas en aquel tiempo por intereses, desde los políticos, religiosos y económicos incluso los xenófobos. Campañas de desprestigio orientada para la consumación y exterminio de la raza Judía o en el mejor de los casos su religión o lo que es lo mismo; muerto el perro se acabó la rabia como dirían los inquisidores.
Las técnicas sucias de desprestigio y persecución conservan el mismo cáliz, si algo no interesa a alguien, el poder actuará: se le arrincona, se le quitan sus alforjas, se le hecha al desierto hasta que muera en su propia sazón: es decir, hasta que se desangre de incomprensión y se enajene mentalmente. Los triunfadores no son un efecto casual, obedece al imperio del poder que selecciona según sus criterios las corrientes por las cuales el pez debe de moverse.
Dejé volar mi potente imaginación, nutrida por mi propia historia familiar y quise viajar a las vivencias de mis ancestros a tenor de lo que sabía fruto de las investigaciones genealógica. En aquellos vetustos y polvorientos e infectos pergaminos, libros de bautismo, defunción casamiento. Deteriorados por la enfermedad del tiempo de una variada fauna parasitaria que se alimentaban del papel o de las pieles de animales muertos. Pero que eran testigos, no mudos, sólo amputados por la censura del escribano o sacerdote. Allí estaban registrados mis ancestros, caligrafiados de forma más o menos legible. Sus nombres escritos en tintas con plumas de aveas que volaban como quieren volar las tintas desapareciendo de los documentos. Aun no sé por cuanto tiempo, sino se realiza una política adecuada de conservación en general de nuestra memoria histórica escrita.
Siempre el manejo de aquellos anales, me producían cuando los investigaba una tremenda diarrea orgánica. Llegue a pensar que quizás era debido a las tintas hechas con óxidos altamente tóxicos. Con las cuales estaban escritos los pergaminos y hojas de papel de arroz.
Las tintas estaban fabricadas con óxidos de metales que en definitiva son venenos más o menos activos. Eran libros eclesiásticos, protocolarios, expedientes de hidalguía.
Siendo yo, de una edad de unos seis a siete años, cuando uno observa el mundo desde un enfoque infantil, donde la realidad y la fantasía se mezclan con verdadera fuerza. Ser niño a mi modo de entender es conservar el velo preexistencial aún rasgado, por cuyo viso se observa o traspasa la inocencia de un lado y de otro y se ven cosa que los mayores hemos olvidado.
Siempre me llamó la curiosidad por saber lo que contenía aquel saco, y la procedencia de su contenido. Era un saco de cáñamo amarrado con una cuerda, que se encontraba guardado en uno de los roperos. El saco era voluminoso, con una panza irregular con aristas en todo su contorno, cuando trataba de moverlo sonaba a metálico, como a repiqueteo de campana, me recordaba su sonido al toque de campanillas que los monaguillos agitaban enérgicamente en el momento de la eucaristía. Siempre intuí que aquél saco tenía que ver con cosas sagradas. Como la curiosidad de niño es irrefrenable y después de pensármelo..., un poco saqué el saco del ropero.
Aquel ropero era tan antiguo que la carcoma, insecto coleóptero, devoró las patas de sujeción. Se podía observar los orificios causados en la madera por la acción de las larvas del insecto. Pretendiendo paliar la situación, que la carcoma había producido, entaponé con serrín y cola blanca que previamente cogí del banco de carpintero que mi padre tenía instalado en la otra habitación y taponé los orificios producidos por el temido insecto. Creyendo que de esta manera, podía exterminar a éste enemigo de los enseres de madera, que junto a la mariposa nocturna de la polilla celebran sus festines corroyendo los documentos que reflejan la historia, causando destrozos y amputaciones en los documentos y pergaminos de los archivos, al igual que la peor de las conciencias.
Saqué el contenido del saco y los puse a la vista de igual manera que cuando colocaba el tenderete para subastar los juguetes viejos y en desuso que poseía. Contenía el saco un candelabro de siete brazos, y otros seis de un solo brazo o pieza apoyada sobre un pie, estos últimos igual que los utilizados en los altares de la iglesia católica que veía por los domingos en la misa y sujetando las velas o cirios de cera. Se convirtieron los candelabros en mis juguetes preferidos. Cuando mí abuela Asunción se encontraba ausente o no me podía ver porque estaba trajinando en otro lugar de la casa, aprovechaba para entrar en juego con tales piezas de parafernalia religiosa. Les colocaba trozos de vela, los subía unos encima de los otros y el candelabro de los siete brazos, más robusto y poderoso, soportaba todo el peso de los demás, como sí tal cosa, al igual que si fuese el padre de las religiones.
En uno de estos días tuvo que pasar, y mi abuela Asunción me vio y me regañó. Advirtiéndome que los candelabros eran sagrados y que si actuaba así con ellos sólo el desconocimiento de su significado sería una eximente de lo contrario,” Dios desde el cielo me iba a tirar una teja en la cabeza”.
El miedo al Dios represor, y a la vez misericordioso con sus débiles criaturas causó hipertrofia positiva en mi conciencia, sensibilizando mis fibras místicas. Aquél sentimiento me acompaño el resto de mi vida. Mi abuela había sembrado en mi carácter personal, símbolos de divinidad y comportamientos religiosos: las venganzas y caridad de un Dios Bíblico; y me incliné por esta última, como principio de justicia suprema, la caridad.
Transcurría el tiempo. Y creciendo en edad y conocimientos familiares de carácter genealógicos. Los candelabros oxidándose en su propio sulfato, tiñéndose de una pigmentación entre los laberintos imagineros o figurativos labrados con las herramientas de los artesanos metalistas hebreos, dando un toque de mayor antigüedad a las piezas sagradas.
Pregunté ¿Abuela, quien le dio estos candelabros?
- “Nadie me los dio, fueron heredados de nuestros mayores, sólo Dios sabe el tiempo que tienen”. -Pero, lo que sí te diré, Antoñito, que nuestros mayores lo tenían guardados a buen recaudo, con ellos hacían sus ceremonias religiosas de forma clandestina, en otro tiempo, y en lugares de las terras galegas y en la Bayona Francesa, Italia, Ámsterdam se juntaban los de nuestra sangre y elevaban sus plegarias al Dios de Israel. Y el candelabro siempre acompañó a los nuestros.
Mí abuela me dijo que su procedencia más antigua databa de nuestros antepasados de Castro de Caldelas. Y un dìa la dije:
-¿Abuela quien es el Dios de Israel?
- Yahvé, es el Dios.
Y lo dijo con afirmación y de sus ojos brotaron lágrimas que solo la lluvia eran capaces de disimular, pero yo las vi porque no llovía y la lluvia homeopática diluyó sus lágrimas; eran sus lágrimas como goterones en las casas de los pobres, donde parcialmente el tejado se lo llevó el viento, o como las huellas del caminante borradas por el aguacero, pero yo lo vi y fui bendecido por su cariño y bautizado en sus lágrimas.
- ¿Antoñito porque lloras, no sabes que llegara un día que los hombres al llorar les escuezan los ojos como si fuese por el etéreo volátil que se desprende al cortar la cebolla?
- Eso abuela me sucede en muchas ocasiones; mis ojos me escuecen al cortar la cebolla.
- Dios te salve Antoñito, de beber leche de cebolla.
Y al decir esta palabra causó estupor en mi escaso conocimiento relativo a lo divino. Pensaba que en el cielo había varios dioses. Dije, por tanto, a mí abuela:
-¿Entonces abuela, puedo yo, rezar a los candelabros?
- “No, reza a Dios y enciende luz en los candelabros hasta que la luz se extinga, para que tus oraciones caminen iluminadas en pos del Altísimo. Porque si caminas con la luz y la fe, siempre vencerás, pese, a que sean más las tribulaciones que padezcas que los triunfos que puedas encontrar, porque la vida en adversidad y procede nieto mío de una raza de sufrimiento, persecución y de nación invadida donde la diáspora y el éxodo, caminaba sin norte, guiando a nuestros hermanos”.
Abrí los ojos y tratando de despejarme de tan abstraídos evocamientos, volví a mirar por encima de mi hombro derecho y, la mulata llorona había desaparecido de la atmósfera y del espacio secular. Un frío abismal recorrió por mis espaldas a impulsos eléctricos con carencia de amperios, gracias a Dios. En una ocasión cuando estudiaba electrónica el profesor nos dijo: que no mataban los voltios sino los amperios.
La soledad acampó en mi alma, estaba solo con los santos; combinados de alabastro, madera y piedra Inerte - sólo los óleos de las obras pictóricas que pendían de las paredes por medio de un clavo; me daban un poco de cobijo al menos en el horizonte de mí mirada. - produciéndome un tenue reposo en el puerto de mis tribulaciones.
Se estaba haciendo tarde y no quería que se preocupasen por mí, tras la larga ausencia. Pues desde que salí de casa habían transcurrido doce pesadas y abrumadoras horas, una ausencia tan dilatada iba a preocupar a mi familia, sabían de mi estado de ánimo y cualquier demora podría hacerles pensar lo peor.
Al salir de la iglesia sentí como dejaba atrás una pesada carga, sin embargo, la conciencia seguía martillando en mis sienes como si se tratase de un martillo golpeando en el yunque de una forja. Temía que llegase la noche y me volviese a jugar como de costumbre, una noche de sereno, donde el camión de la recogida de basura era uno de los protagonistas. En otras noches de insomnio pude contar hasta el número de paradas del camión y el chirriar de sus chicharras al accionar el freno. Una noche más donde llegaría a maldecir hasta el goteo del grifo del lavabo pese a ser este tipo mono-canal y las pérdidas de agua o goteo suelen ser infrecuentes. Para prevenir tales acontecimientos nocturnos y, así ahuyentar a los fantasmas de la noche, era necesario que recurriese a los antidepresivos e hipnóticos que el doctor, días antes me había recetado. Tenía que tomar tres comprimidos y cada uno servia para sedar una parte de la mente: uno era para producir un estado hipnótico, otro para levantar el ánimo al despertar, y el tercero era para combatir el estado de ansiedad. Obviamente con ésta combinación de antidepresivos era seguro, que ningún fantasma de la noche me iba a molestar. Pese a que eran necesarios los fármacos no dejaban de ser drogas más o meno activas y adictivas, algo que odiaba, las drogas. Siempre me había mantenido al margen de tales sustancias por haber decidido el camino de la vida sana la salud y el deporte.
Siempre he sido una persona que he recordado la mayor parte de los sueños y algunos de ello que han dejado un recuerdo que vivirá conmigo durante el resto de mi vida. Es y será, guía espiritual de consulta cuando los abatares de la vida irrumpen en la “armonía” del espíritu.
Quisiera traer a colación uno de esos sueños, que seguramente fue producido por un fuerte estado de ansiedad en momentos de persecuciones laborales, debido a razones de carácter sindical.
Quise constituir un comité en la Empresa donde prestaba mis relaciones laborales; y pese a ser este un derecho reflejado en la Constitución y el Estatuto de los Trabajadores, el empresario en esta ocasión trataba de disuadir a sus empleados de tal idea. Y para ello empleaba todos los recursos a su alcance, aunque, algunos de ellos fuesen de signo mafioso, no era de extrañar el empresario pertenecía a un partido de extrema derecha: “Fuerza Nueva”.
Este sueño es como la “Biblia de mis sueños” y lo he de recordar siempre cuando la adversidad irrumpa en mi vida.
Y aconteció así:
Estaba yo, sentado encima de una piedra de tamaño considerable, al lado de un desfiladero. Yo era el único protagonista principal en aquella escena... dentro de un paisaje sobrio, de tierra rojiza, con ausencia de vegetación y a excepción de la piedra donde me encontraba sentado no existía por el lugar ninguna otra más. Era un sueño sin construcciones materiales de hechura por el hombre. Sin embargo, -fue un sueño forjado en la forja del espíritu.
Reflexionaba en el sueño sobre los acontecimientos, que durante aquellos días de persecución que estaba siendo objeto; donde la amenaza del paro laboral estaba a la vuelta de la esquina - de continuar con nuestros legítimos intereses que como trabajadores nos correspondían-. Con las manos apoyadas en mí rostro, y con las yemas de los dedos en las sienes, analizaba la situación que proyectada en mí razón,... expelía por todos lados una impotencia de difícil solución. Sentía que me abandonaban la propia armonía de mí ser, las fuerzas eran absorbidas por otras fuerzas superiores y siniestras que reclamaban la mejor pieza de lo que yo representaba; como si le perteneciese mí propio espíritu. Mirando al espacio a un cielo indefinido, observé como una bola de fuego descendía hacía el lugar donde yo me encontraba, la bola de fuego gradualmente se aproximaba, su dimensión se relativizaba y podía comparar su tamaño... Era grande de forma esférica que suavemente descendió hasta posarse en la zona telúrica a unos treinta metros de donde yo me encontraba. Por uno de los lados del objeto se abrió una compuerta y descendió un personaje y seguidamente a éste le acompañaban otros dos más. Eran altos, vestidos con túnicas, de un blanco nuclear, de mangas ligeramente por encima de la muñeca, el faldón les llegaba hasta los talones y en sus pies llevaban sandalias. Las túnicas llevaban adornos bordados en hilo dorado. Apenas dieron siete pasos cuando el que iba primero de los tres le hizo una señal con su mano derecha, a la vez que les obligó a frenar la marcha. A la señal, los dos se quedan esperando; y el que salió primero se dirigía hacia mí impertérrito, la fuerza superior que me atenazaba no me dio tiempo de reaccionar o quizás aquellas fuerzas trémulas fuesen las culpables de mi inmovilidad.- ¿Quién era aquella persona o ser? Sólo Dios sabe a que mundos procedían, o quienes de los mensajeros divinos fueron enviados a mi sueño. -¿Quizás emergieron de un sueño dentro de otro sueño?
El caso era que el personaje estaba a escasos metro de donde yo me encontraba. No tomé ninguna posición o actitud de defensa ni me encontraba en un estado como para tomar alguna acción violenta o amistosa contra el personaje, me encontraba apático, sin fuerzas. Sin embargo, la fuerza que irradiaba. Positiva, era contraría a las que me atenazaban.
Al fin, el personaje estaba frente de mí, yo continuaba sentado en la piedra, quizás la piedra angular… ¿De que construcción?. El personaje me dijo con voz suave tan dulce como el néctar:
- La piedra angular eres tu, quien construye su templo en la piedad y la misericordia a de comenzar el proyecto con tales materiales ¿Cual es tú problema?, ¡levántate de la piedra de donde estas sentado, ven y mira!.
Me levanté y atendí a las indicaciones que aquél ser celestial me ordenaba y, me acompañó hasta al filo del precipicio, y me volvió a decir:
- “ He ahí tu problema “. Mire y vi efectivamente a los responsables de todas mis preocupaciones, eran los representantes de la Empresa y represores a mi sazón. Los encargados de que yo desistiese de mi intención y proyecto de constituir el comité sindical.
- ¿Que les harías, están a tu merced?
Cargué la piedra donde estaba sentado y con una fuerza espectacular la eleve por encima de mí cabeza y la lance a aquel abismo, la piedra gradualmente iba descendiendo en el vacío tomaba un mayor volumen. Cuando la muerte de mis perseguidores era eminente y la sombra de la piedra proyectaba una sombra en forma circular cubriendo a los dos sujetos, y su muerte iba a ser imimente, algo en mi afloró como en la primavera las primeras flores más delicadas, y con un sentimiento de piedad hacía mis dos enemigos y perseguidores; invoqué en oración al Altísimo para que en su divina potestad cambiase la trayectoria de la gran piedra y por ende, dejase libres sin daño, a mis opresores.
En mí plegaría al Altísimo invoqué por medio del Santo Sacerdocio de Melquisedec del cual estaba yo investido desde antes de mi sueño. Y la piedra como movida por el soplo de un gigante cambió la trayectoria certera y salvo de aquella muerte eminente a los dos sujetos que me hostigaban como si fuesen los egipcios en tiempos de la esclavitud: yugo y cadena que impusieron a los judíos. Sin embargo, en esta ocasión mis enemigos fueron salvos. El impacto que ocasionó la piedra al golpear contra el suelo causó una nube polvorienta que por mucho que se elevaba, no llego a la altura de la montaña donde nos encontrábamos.
Aún mantenía la posición de rodillas que había adoptado en mis suplicas al Altísimo, cuando el mensajero me impone las manos sobre mí cabeza y dice:
- “ Habiendo superado la prueba de la misericordia, yo te digo: “siempre que los vientos huracanados golpeen tu hacienda o las tribulaciones las sientas como garras en tu gaznate, y tus enemigos, como manadas de lobos al acecho de los corderos, y sientas que tus días están contados y que tu existencia está a punto de extinguirse bien por salud o accidente o porque quieran quitarte la vida, te prometemos que si tú nos invocas tan sólo con un hálito acudiremos en tu rescate. Porque, no habrá hijo de hombre que aguante la ira del Todopoderoso Yahvé”. Y habiendo sido comisionado para rescatarte de tu adversidad, sabiendo que eres hombre de misericordia y que tu ira no ha sido consumada contra tus enemigos, yo, te digo:
-“ Vence a tú enemigo con la misericordia que yo los venceré con la espada” – Dime, cuales son tus enemigos y yo entraré en sus sueños y hay de ellos, sino superan las pruebas, más le hubiera valido amarrarse una soga a una piedra y echarse ellos mismos al mar.
Quizás me desperté del sueño en una determinada fase en la cual quedan grabados los acontecimientos ocurridos en los sueños.
El caso es que aquel sueño o mensaje ha quedado impreso en mi memoria y corazón como de un hecho real se tratase. Así lo he querido entender, aunque he de decir que he sufrido situaciones en las cuales he invocado a los personajes oníricos y no se han manifestado en mí auxilio, al menos de forma consciente, quizás por otros cauces de la divina providencia hayan pasado ajenos a mi comprensión.
Pero aún sigo esperando de nuevo su mensaje o presencia, al igual que los judíos esperan a Elías... sentarse en la silla, hoy en día vacía. Pero aún creo en los sueños y sigo esperando. Y en algunas ocasiones, las tribulaciones han proliferado como un efecto multiplicador. Sin embargo, el sueño en mí mente se ha mantenido fresco como en la primera noche en que lo soñé; como los brotes de la vid en terreno árido.
Desperté de aquel sueño a la vez que me incorporaba de medio cuerpo, sentado en mi cama y mi pecho parecía una caja de resonancia conectada a mis tímpanos al igual que los casco de los caballos cuando van al trote, el corazón quería saltar de mi caja toráxico. Al instante volví a reconciliar el sueño y el mismo personaje celestial puso delante de mi vista un libro con pastas rojas y en letras negras refería la siguiente leyenda: “UN VIAJE POR LA MEMORÍA, EL JARDINERO GALLEGO DEL PRIMER LEHENDAKARI DE LOS VASCOS”. Abrí enfrente de mi y las páginas como palomas blancas se sucedían unas a la otros y lo que estaba escrito penetraba en mi mente a una velocidad de vértigo, a la vez que asimilaba todo su contenido.
También se debería de titular “ EL JARDINERO SIN TIERRA” al igual que aquél otro título del artículo que escribí un 18 de Agosto 2000, en el Diario Della,” LOS JUANES SIN TIERRA DE GASTEIZ” y que ahora quiero reseñar:
Un Real Decreto de expulsión promulgado un 31 de Marzo de 1492, hace que los judíos de Gasteiz se planteen la disyuntiva de exiliarse o convertirse; los que sé convirtieron cambiaron su sinagoga por iglesia; A estos les denominaron “marranos”. Tras casi dos milenios de presencia interrumpida en la Peninsula Iberica, únicamente la Judería Babilónica actualmente Irak tiene una historia más larga de presencia. Mientras que los exiliados, aunque el decreto de expulsión no confiscaba todos sus bienes, tuvieron que dejar todo cuanto poseían temporalmente como de una “letra de cambio” se tratase, a la espera de una venta digna de sus bienes. Perdieron pues casi todo. Pienso como fue su marcha hacía el Sur de Francia, y, por más que invoco a las musas de la inspiración me niegan la sal de lo etéreo o lo que es lo mismo la quinta esencia espiritual; se resiste a accionar su mecanismo librepensador. Lo que no cabe duda es que todo exilio es traumático y que la nostalgia afloraba en sus corazones durante el resto de sus vidas. Al fin y al cabo los judíos eran judíos de la calle de Vitoria. Una historia del Pueblo Hebreo cargada de un destino alto y terrible. Ningún pueblo ha sufrido tanta tragedia geográfica de una falta de tierra. Una historia de una simetría entre el Éxodo y la Diáspora. Peregrinos durante cuarenta años `por el desierto, con las uñas y los diente hicieron brotar agua de las rocas; con su pensamiento y cultura transformaron todo cuanto tocaban, no había mercader judío de alforjas vacías, sus doctores y apologistas cambiaron conductas en el pensamiento humano.
En Gasteiz justo al tiempo departir al exilio en el 1492, una peste terrible asoló a la Ciudad, algunos galenos que partían al exilio se les reclamo para que prestasen sus servicios a una ciudadanía que agonizaba y que requería del talento y ciencia de sus judíos.
La Jerusalem vasca de Vitoria conserva aun vestigios que pese al afán de quienes se empecinan en erradicar todo vestigio de identidad de esta grey, la tierra se abre y deja mostrar desde sus entrañas unas heridas aun no restañadas que testimonia de un esplendor de vida y muerte. Que canta en versos y responsos de un pueblo herido. El Talmud y la Torá son llevadas de nuevo en el Arca de la Alianza. Huellas ancestrales, enterradas en el cementerio hebreo emplazado en la Colina de Judizmendi que se encuentra al Este de la Capital, al final de la Calle Olaguibel y Carlos VII. En el año 1851, al excavar unas zanjas para cimientos de edificios, aparecieron osamentas humanas. Era el viejo cementerio hebreo. El Ayuntamiento de Vitoria se había comprometido a no edificar, allí, como prueba de homenaje y agradecimiento a la colaboración que los médicos judíos realizaron en tiempos de peste y expulsión. Recientemente el Alcalde de Gasteiz, Sr. Alonso, recibió a una representación de judíos que homenajearon a sus difuntos y entonaron sus alabanzas al Altísimo en el Cementerio de Judizmendi y colocaron una placa conmemorativa.
La Inquisición siempre mostró repulsa por el derramamiento de sangre, sin embargo, la sangre quemada por la hoguera que sufrieron millones de hebreos no escandalizaba a sus ejecutores. Desde entonces cuantas quemas habremos sufrido en silencio, sin saber donde está el fuego, simplemente hemos sentido un sabor residual a quemado en nuestras bocas, que ha perdurado aún en el morir de los tiempos. Y esto me recuerda a algo...Pero no quiero llamarlo por su nombre, porque quizás muchos hemos sido quemados en efigie sin saberlo. Solo sus efectos han sido los delatores de tan trágico destino: empresas inducidas a la quiebra por oscuros intereses, adjudicaciones a comisión, patentes enmohecidas sin capital riesgo, licenciaturas arrinconadas, oposiciones frustradas, carné político equivocados o sin fuerza en los resortes y por ende sus militantes castigados por el partido dominante, muertes por las soberanías de los pueblos... ayer igual que hoy pero aspiramos a que sea menos que mañana. Solo queda decir: ¿ Quiénes son los culpables? Ante de que la historia los delate, están en el pensamiento de todos. Y la Inquisición continua amenazando por diversos caminos de la vida.
El Día 05-3-2005 El Diario DEIA publico un trabajo de investigación a cerca del éxodo judío, esta vez en tierras murcianas.
Osario Judío
Es un deber de todo investigador histórico publicar e informar de aquellos resultados obtenidos fruto de la investigación. Máxime cuando se trata de aspectos concernientes, a pesar de lo aciago de los tiempos. Están aún latentes en los archivos documentales que sobreviven por la Gracia de Dios para ser testigos de nuestros aciertos o errores.
Los judíos convertidos que quedaron en el Estado español tuvieron que negar del cuidado de las osamentas y enterramientos de los que les precedieron por miedo a una inquisición vigilante y alerta. Conversiones en el mayor de los casos forzadas por ñla situación. Semanas antes del éxodo, los cementerios judíos eran frecuentados por su familiares y amigos rogando al Altísimo durante semanas enteras por la consagración y perpetuación de las osamentas y por la tieerra que les abrigaba por la eternidad, hasta disolver su sustancia con el humus.
Los Reyes Católicos conociendo el valor moral y religioso, aunque su actitud falta de ortodoxia, actuando “políticamente incorrecto” y consultando quizás con Torquemada, Inquisidor General. Resolvieron promulgar una provisión en los términos siguientes: “ Provisión de los Reyes Católicos por la que donan al Monasterio de Santa Clara de Murcia el osario y enterramiento que dejaron los judíos tras su marcha para que se hagan cargo de él. (Archivo General de Simancas), Código de Referencia ES. 47.161.AGS/2.29: Patronato Real, Caja 59, Doc.58; Fecha de 1492-12-04)
El Gobierno Autónomo de Murcia debe de facilitar a las autoridades judías el emplazamiento del antiguo cementerio de los judíos españoles. Como representante religioso judío más próximo a nosotros, podría interesarse por el tema el rabino de la sinagoga de Baiona.
El miércoles 7 de Octubre es nombrado en la Sala de Juntas de Gernika primer Presidente de Euzkadi D. José Antonio de Aguirre, y se trasladó al pie del Árbol de Gernika donde prestó su histórico juramento:
Jaungoikuaren aurrean apalik
Eusko-lur gnian zutunik
Gernika`ko zuaizpian
Nere agindub ondo betetzia
Zin dagit
Ante Dios humillado
En pie sobre tierra vasca
Con el recuerdo de los antepasados
Bajo el Árbol de Gernika
Juro. Cumplir fielmente mi mandato.”
El ahora Lehendakari, investido de una gloria terrena que solo los hombres que alcanzan sus propósitos o sueños son capaces de experimentar donde el poder, las adulaciones, las petitorias, y el gobierno y bienestar de muchas vidas estaban en sus manos. Y sólo él juez de su propia conciencia que pueden hacer declinar la balanza que sopesa el trabajo político y sus actuaciones en el norte de la justicia. Porque no hay que olvidar que José Antonio de Aguirre era un hombre que examinaba su conciencia al llegar la noche, para que el nuevo día fuese más justo. Y ahora, al llegar la noche, fue el Lehendakari quien recordó a su Jardinero gallego, Antón de Mazaira. Y supo que los jardines estarían en sus horas más fatídicas: la salida para el exilio, su muerte aún en plena juventud. Siempre las flores estarían presentes, y al pensar en las flores acudirá a su mente su fiel jardinero de Gueñes. Recordó, por tanto, aquellas escenas contadas por el jardinero y que en su lecho de muerte acudían torrencialmente o intermitentemente; como un aguacero que pretende reverdecer el ataúd de los justos en el día del entierro. Con su presencia yerta, la lluvia del norte comenzó a llorar. Los que se fueron dejaron el camino oscuro y ahora era testigo de la verdad de una verdad que sólo los muertos son conocedores y en la fase oscura del tulned cuando comienza a vislunbrarse la luz.- Sintió la voz del jardinero-:
- Señor, yo cuando salí de mi Galicia natal abrace a los carvallos, las castiñeiras y demás árboles de mi huerto. Descalce mis zapatos ante el carvallo e hinqué mis pies junto a sus raíces, tratando de impregnarme de su fuerza, y de su longevidad. Porque recuerde el Señor, que en Galicia también tratamos los asuntos políticos y sociales al pie de los carvallos, y en los pórticos de las iglesias o ermitas. El desarraigo forzoso de todo aquello cuanto se quiere, causa dolor, un dolor medular que altera la química de nuestro cuerpo hiriéndonos el alma y nos produce morriña. Si, produce dolor dejar la tierra de los ancestros y donde uno ha nacido y respirado el aire de la vida. Que dolor será el que produce cuando has de despedirte de tu amor, del paisaje, de tus animales, de las fuentes... De todo menos de tu propio pellejo que éste es la envoltura de uno mismo y es caparazón de vida, dolor y muerte.
No había una alegría plena en aquella investidura a lehendakari, no por la investidura en sí, sino por los acontecimientos. La ocupación de Guipúzcoa conllevaba una desmoralización irremediable aquél Domingo 06 de septiembre del 36 sacude al bando gubernamental y la primera en caer es Fuenterrabia y el Fuerte de Guadalupe, capturando toda su logística, munición y armamento. Y la indefensión era total, al día siguiente esperaban un cargamento por medio del barco Lezo Urreiztie cargado con veinte mil fusiles procedentes de Hamburgo.
El cielo estaba ceniciento y una mezcolanza agridulce sentía mi alma. Con la Republica Democrática uno podía exponer en el Hemiciclo con libertad los asuntos políticos y sociales afectos a mi Pueblo vasco, auque soy consciente que tales asuntos caen en saco roto, en oídos taponados por el cerumen y conciencias somnolientas, hipnotizadas por las palabras huecas que retumban en la caja acústica del hemiciclo. Son muchos de ellos políticos por conveniencia propia, sin importarles un ápice las vidas, derechos y libertades de las personas, son hombres de negocios que esperan que sus empresas y desde el privilegio de sus poltronas prosperen más aún y por ende sus rentas y negocios medren. Otros son idealistas, capaces de llevar sus principios si fuera necesario hasta el sacrificio personal, aquellos son los que me escuchaban y sus oídos atentos a las palabras de un diputado vasco que reclamaba el derecho histórico y cultural de un pueblo que día a día se definía aún más por su camino hacía la libertad y la nación.
Llevaba tiempo soñando con una Euzkadi de progreso, de libertad y en mi sueño los perseguidores iban detrás de mí pidiendo mi cabeza. Pretendía huir de aquella vorágine, pero mis piernas no respondían. Como si las ordenes enviadas por mi cerebro a los miembros y sus conexiones neuronales no respondiesen y acababan por alcanzarme el enemigo. Me herían en el pecho causándome un gran dolor y al morir, otra vez soñaba que estaba en una casita blanca junto a un mar que por su color verde esmeralda debía de estar próxima a algún paraje cántabro, frente a mi querido Cantábrico.
Las tropas de gudaris uniformados, firmes como los robles me presentaban sus armas, lista para proseguir en el combate, esperando mis órdenes, querían apurar la resistencia hasta las últimas consecuencias, por la defensa de nuestra identidad y nación. Pero, parece ser, que todo estaba perdido, lo que soñaba era el exilio. Observé los rostros de los gudaris y muchos de ellos sus ojos anegados por las lágrimas con el dolor que produce el exilio, un exilio eminente, otros su destino fue a manos de pelotones de fusilamiento; otros se rindieron al enemigo. Aquellas lágrimas me dolían más que las propias, se deslizaban por sus mejillas hasta caer a tierra.
Al igual que las gotas de lluvia regando el jardín por primavera. Miré a mi derecha y el jardinero de rodillas continuaba meticuloso y activo con su tarea, por su fisonomía era Antón de Mazaira, el gallego, pero no había tiempo para saludarlo, sin embargo, un deseo desde la muerte cuando aun se sueña grité: ¡Antón me voy para el exilio! ¿Qué haces metido en mis sueños, en esta pesadilla? Y el jardinero giró la cabeza tocada con su injertada boina, se levantó y la azada que llevaba en su mano se transmutó en un fusil y en cuya ánima del cañón del arma florecía una flor. Solo yo, veía al jardinero, todos los demás parecían ajenos a la escena. El jardinero, Antón, tenía la boina calada hasta las cejas y ha medida que se acercaba, al definírsele más sus rasgos faciales, tan peculiares, y su deje gallego que lo acentuaba al murmurar palabras que me eran a la distancia, inteligibles. Un deje galego injertado en su alma que aún lo conservaba, después de tantos años en Euskadi. Sin embargo, no pude definir lo que murmuraba. Sin embargo, lo observaba; hizo un agujero en la tierra con la culata de aquél convertido fusil y a modo de quien planta un árbol, plantó el arma. Y al hacer esto, al igual que una parafernalia o un rito sacramental extraño. Sentí que en aquella tierra, nuestra tierra, plantó también su alma. Y al instante germinó y retoñó hombre y fusil; en un roble de amplio tronco y frondoso de follaje, donde hombres con espíritus de paz y concordia debatían sus asuntos, más no pude escuchar sus palabras. Porque las palabras de verdad están en lo alto de la montaña, en un zarzal ardiendo, donde debes de permanecer con los pies descalzos y oídos atentos.
Una lancha rápida varó en la playa, me esperaban y sabia que embarcaba hacia una frontera cuyo derrotero era imprevisto. Sin embargo, iba en paz con la conciencia tranquila soñando que soñaba en un futuro universal de Paz.
La Arboleda pueblo natal de mi padre. Cuando mí padre describía aquellas fatídicas escenas de guerra y exilio, y pretendía recordarlo para así algún día poder escribir en el papel sus memorias, porque, lo que es en mi alma las dejo impresas a fuego. Dejándome constancia de una guerra, de las guerras, que además de las secuelas físicas son más profundas las psíquicas. Aún así, el tiempo con los resortes psíquicos de los cuales están dotados el cerebro se consigue anestesiar aquello que nos duele en el alma. Pues la imaginación y el recuerdo se ven distorsionada debido a la trascendencia vivida, máxime cuando es negativa. Por esa capacidad de la mente a adormecer los recuerdos hirientes somos, capaces de adaptarnos a los sabores amargos que proporciona la vida. Sin embargo, aquellos recuerdos contado por mi padre desde el dolor que le causó aquella maldita guerra fraticida; unas heridas Psíquicas profundas que nunca cicatrizaron. Lo que se entiende en psiquiatría por estrés postraumático: "cuando se vive aún por la víctima los recuerdos desencadenantes de una situación de persecución y terror latente a una situación que fue objetiva y subjetiva en el poso psíquico que le quedó. La fuerza con que contaba las escenas, desde la óptica de una persona de corta edad, que vivió los latigazos y secuelas de una Guerra injusta y antidemocrática con derivación de un exilio. Por tanto, escuchar sus avatares y sus dolores calaron en mi alma, contagiándome las angustias y los hice míos. Decidí evocar unas vivencias ajenas, heredadas sin arte ni parte, y las hice mías. ¿Se puede heredar el sufrimiento? Creo que sí, también su capacidad de resistencia. Nuestras células varían desde el momento en que nacemos, los genes no son inmunes a las mutaciones y las angustias se somatizan.
Siempre he estado y estaré en contra de la violencia, solo cuando uno ha de determinarentre morir de pies o de rodillas, es cuando sería capaz de empuñar las armas, como elemento de defensa disuasiva. Pero, utilizarla contra el otro es algo que desconozco por la falta de práctica, un arma impone y disuade las acciones del enemigo. Protege por tanto la integridad física y la salvaguarda.
Dolores Ibarruri Gómez, La Pasionaria, decía lo siguiente, en cuanto a que no se organizó ni luchó de forma contundente y ordenada:
“Lo que no se hizo mientras en Euzkadi se luchaba contra los facciosos, lo hicieron éstos al conquistar el País Vasco. Toda la industria, con ritmo febril, comenzó a trabajar para la guerra, dando al ejército franquista lo que no dio a los defensores de la República.
Esto es un hecho y los hechos son los que cuentan en la valoración de las actividades de los hombres o de los partidos. Y aunque sea desagradable recordar páginas tristes y dolorosas, ellas están en la historia y es ésta quién la recuerda y la muestra.
El Partido Comunista, entonces mismo, cuando aún estaban las cenizas calientes de Gernika, examinó con espíritu crítico lo ocurrido, no salvando de esta crítica, ni liberando de responsabilidad a algunos de los comunistas vascos, especialmente a Astigarrabia y a Urondo, que participaban en el Gobierno vasco, el uno como militar y el otro como director de Obras Públicas, que no fueron capaces de ayudar a corregir deficiencias, tanto en orden a la transformación de la milicia en el Ejercito regular, como acerca del aprovechamiento industrial del País vasco”.
Y el Diario DEIA una vez más me concede un cauce de expresión a través de sus páginas, por medio de aquel artículo que vio la luz el día 5 de Octubre de 1999, con el siguiente título: “ BARCO “LA HABANA” AÑO 37”
-“ Ya no sé si era invierno o verano o si las hojas de los árboles estaban diseminadas por mi Arboleda natal o si la primavera rompía en brotes de colorido. Lo que sí recuerdo es que estaba todo el paisaje herido de brechas a golpes de picos de los mineros. La tierra herida de socavones producidos por los bombardeos, las galerías fisuladas de sísmico pernicioso. Las cerchas de contención parecían de hierro trefilado; se tuercen como las patas de un bambi en un río helado. Los lisos se desprenden, y la miseria enlutada campea en las casas de los mineros. Algunos cambian el pico por el mosquetón. Lo que sí ocupa mi mente es el recuerdo de aquella mañana: el cielo gris emplomado y la atmósfera con olor a pólvora quemada de metralla y a madera exterior de las casas embreada. Todo el espacio, además, rezumaba a brisa Cantábrico y melancolía. La Muerte, aquella señora anciana a los noventa y pico de años. Ya no tejerá, al menos por el momento, más jersey de lana para mí. Una depresión física y espiritual que pesaba como una losa me acompañó desde aquél momento durante toda mi vida. Nuestros tres hermanos mayores cambiaron las peas de pinos por fusiles milicianos, y resistieron tanto... que acabada la Guerra oficialmente, continuaron tirando tiros al aire. Mi madre, una burgalesa incombustible, nos asía de las manos, tras cerrar la cerradura de la puerta de la casa con varias vueltas de llave. Aquella llave de la casa siempre la llevaba colgada de una cuerda a su cuello; por la casa y lo que representaba se hubiese dejado ahorcar. Un perro con las cuencas de sus ojos perrunos vacías de sus órbitas y por los oídos expulsó el cerumen y parte de la masa encefálica a consecuencia de estallarle bien cerca una bomba aérea; aullaba de miseria (dolor) e impotencia, y a golpe de olfato nos seguía fiel y tullido tras nuestros pasos. A aquel perro lo estuvimos criando mi hermano Tomás y yo. Le pusimos de nombre Miliciano. Nuestro caminar impertérrito, nuestra madre tiraba de nosotros al igual que los caballos pecherones franceses de la mina. Aun seguimos escuchando sus aullidos hasta la altura de la Reineta, pese a los ruidos del camión; un G.M.C – USA., Que nos transportaba como carne de cañón. Los aviones de combate surcaban el espacio aéreo: abejorros metálicos zumbaban ansiosos de traspasar la barrera del sonido sin conseguirlo; excrementando bombas ex-terminadoras de seres humanos, animales y vegetales.
Eran las siete del alba como caballo cojo camino del matadero. Nuestra madre lloraba y sus lágrimas de brisa cantábrica, juro que eran rojas jaspeadas por las Bóreas en honor a Astreo y la Aurora, Dios del viento del norte. La Arboleda pueblo de Bizkaia quién ha visto las lágrimas cuajadas de cuarzo en las grutas de los mineros al alcanzar el Carbonato de aquellos niños evacuados del 37. Arboleda miliciana y popular, variopinta de sus gentes y las ideas. ¿Por qué no construyes el monumento a los repatriados por las manos del escultor del Pueblo? Tembló Blas de Otero en tus minas, y de su voz se impregnaron de jirones los hierros carceleros, por alcanzar la libertad. Pensó el Poeta que el capitalismo era superable y murió con sus angustias. Las vibraciones del camión transportador de niños me producían un cosquilleo en los oídos y pensé que me ocurriría algo como a Miliciano, nuestro perro. Sacó mi madre del bolsillo del delantal dos txartelas.
-¡ Señor, por favor! ¿Me puede decir lo que dicen estos papeles?
El señor examinó los papeles y leyó en voz alta: Euzkadi gizarte laguntza zaingoa. Expedición a Francia, embarque Nº 282 y 283, respectivamente todos los niños evacuados.
-¡Pero Señora, aquí dice que tiene que poner una fotografía de los niños y sujetarla con una grapa! Contestó nuestra madre: “ No hace falta fotografía de mis hijos de este nefasto suceso”
-¡Se equivoca, Señora, una imagen vale por mil palabras! Respondió ya altiva nuestra madre:
-“ La libertad es el ejercicio libre de expresar con palabras lo que el pueblo soberano legitime en democracia, si el pueblo pide pan o paz hay que dársela” Prosiguió: “ Los pueblos sometidos a yugo por el invasor se encontrarán con todo un pueblo expresándose en soberanía. No sabe Vd., Señor, que las palabras perdurarán al igual que las Tablas de Moisés, ejecutadas por el dedo de Dios”.
El Barco la Habana zarpó y en el puerto quedaron las madres de la guerra. Al romper el horizonte las divisamos como un átomo visto por el microscopio electrónico. Desde entonces, las andereño sustituyeron temporalmente a nuestras madres; lo peor era cuando llegaba la noche y los recuerdos invadían nuestra mente. Lo he recordado toda mi vida y he asociado a las andereños con las sirenas de Ulises.
En memoria de mi padre Carlos. Telegráficamente ¡Por favor, ETA que continúe la tregua!
Era el año del barbecho o quizás para mí llevaba muchos años sembrando sin recoger los frutos y, por tanto, el terreno donde sembraba siempre era de barbecho, sin ninguna posibilidad de recuperar lo perdido. Por todo ello yo también soy una victima de otra forma de terrorismo. Al poco tiempo el Rey hace unas declaraciones en televisión denunciando la corrupción. Debido a que estallaron casos múltiples de diversa índole y en diversos sectores, implicando a personajes próximos al Gobierno. Era todo aquello como un globo que se fue hinchando hasta que las paredes elásticas no aguantaron más presión y estalló. Los que habíamos llorado de anhelo por alcanzar la esperanza del cambio, aquella esperanza, que a muchos nos produjo el triunfo socialista. Ahora yo, lloraba de angustia porque la mano que traía una rosa mutó de tal forma que se convirtió en un puño de plomo y aquella rosa generó tal multitud de espinas aceradas que laceró e hirió a los corazones más puros, y las conciencias más refinadas y con su perfume a pestilencia anegó y alimentó la corrupción, al igual que cuando se descompone un cuerpo o una sociedad, cuando su gestión por los gobernantes no es la más adecuada.
En una ocasión Julio Aguita dijo algo parecido a esto: “Con la caída del Muro de Berlín han dejado de existir las lateralidades políticas, incluso las ideológicas. Los partidos políticos sólo se les definirá por sus programas, y en el reparto económico ante las prioridades sociales”
Recuerdo que estoy hablando con el corazón no con los datos en las manos, no estoy escribiendo un ensayo político estoy intentado escribir los biorritmos pasados por unas vidas que generación tras generación se ha tropezado con las artes de gobiernos tiránicos, desde tiempos pretéritos-aciagos, hasta nuestros días.
Parte del Capitulo 1
CAPITULO I
Era Navidad, y un viento frío cruzaba mi cara dejándome la barbilla y mandíbula adormecida; iba cabizbajo con los andares inestables, no etílicos; unos mareos acometían contra mi equilibrio dinámico. Había leído algo sobre la depresión y sabia que un estado de ansiedad grave como el que padecía los vértigos eran algo que correspondían a su propio cuadro sintomatológico. Todo lo que observaba se convertía desde mi óptica en negatividad: las canciones navideñas, dulces cantares, eran para mis oídos como lanzas que penetraban y sé hincaban en mí cerebro e hiriéndome en mi corazón activando la voz de las angustias y por efecto "simpático" conexionaba con el sufrimiento pasado de mis ancestros, insertados en mi memoria genética, Rrecuerdos laceradamente al pensar en mis seres queridos que un día se fueron con el equipaje justo que cubre su cuerpo yerto.
Los recuerdo aparecían en mi mente como acusadores de conflictos pretéritos que venia a exigirme cuentas retroactivas que creía que estaba saldadas. En un tiempo fui un ser hipocondríaco donde todos los síntomas de las enfermedades del mundo las padecía.
Para acentuar aún más la cruda situación; las palpitaciones cabalgaban por mi caja torácica como caballos desbocados, un dolor en la espalda y pecho me anunciaban la posibilidad de padecer en cualquier momento un infarto de miocardio; unas ganas de echar a correr hacia algún lugar me dominaba. Invocaba a mi mente con la intención de relajarme, para ello, trataba de concentrarme en recuerdos y situaciones donde aparentemente fui feliz. Pero, ¿quién puede oler el perfume de una rosa cuando los sentidos están alterados al igual que una congestión nasal, y uno mismo se siente como la mierda. En tal situación, sólo se captan los olores de la miseria y la parafernalia lóbrega de un sentimiento de muerte. Por ende, la recreación se quedaba sin hacer acto de presencia, su bálsamo se esfumó; no controlaba las palpitaciones del corazón que como terco caballo desbocado se dirigía al barranco. Yo, podía era denso, fuerte y musculado. En otro tiempo era capaz de sugestionar y producir un estado de trance hipnótico a cualquier individuo, ahora, la autosugestión, con el alma sublevada sus efectos beneficiosos se quedaban como el papel mojado; con la escritura hecha un jarabato emborronado; al abrigo de una humedad que nunca nadie volverá a leer su significado.
Entré en una iglesia, como acicate, en busca del milagro, eran días próximos a la Navidad, un olor a cera quemada penetró en mis pulmones produciéndome una tos seca, nerviosa no virulenta quizá alérgica.
Todo el espacio tenía un aspecto sobrio, las luces alumbraban tenues, el recinto al caminar de mis pasos de peregrino gallego hacía el santuario de mi ruina. Agónicos mis andares, retumbaban los pasos en sus tarimas de madera y un eco sórdido vaciaba mis oídos de angustia con tenues silbidos a esperanza. Yerto y trémulo estaba el Cristo de alabastro pulidas sus rodillas a golpes de miles de labios y pañuelos que friccionaban con manos ancianas, tras uno y otro beso, sus rodillas pulidas en deseo y esperanzas vanas,... las tumbas sin resucitar de sus difuntos, oraciones perdidas en la cúspide de su bóveda, funerales de ceniza y en cuerpo presente, podía captar un olor etéreo a carne corrompida quizás de algún difunto que hace escasos minutos que se celebró su sepelio. Muerte y más muerte abrumaban el espacio. De repente recordé que a la entrada al santuario no moje mis dedos en agua bendita, retrocedí sin perder la cara al Cristo para cumplir con los buenos principios religiosos tal como a tierna edad fui enseñado, y me santigüe, después retorné al mismo lugar, sólo que dos bancos más adelante. Más cerca del altar, aspiraba con más intensidad el perfume a incienso. La cera y la mecha de las velas sé quemada y consumía paulatinamente. Pensé que la llama de la vela era como nuestras propias vidas, algún día tiene que llegar el momento final donde nuestra vida se consuma y aparezca la muerte como consecuencia inequívoca de la vida, y las mariposas de la luz en circulo, como abejas colmeneras presagiando la muerte de la reina de la colmena, llenen nuestros oídos de vacio, de mar, al igual que las caracolas pegadas a la oreja; vivir, morir, eterno círculo. No quiero ser carnaza para los peces de mar, tampoco para los gusanos de tierra, las lenguas de fuego del horno crematorio de los difuntos serían como ir al infierno, dejadme al aire entre las paredes ladrilladas del nicho, a solas: con el vacío de la eterna soledad, la muerte madre fénix de la vida de cuya alternancia nadie está libre. -¿De cuantas muertes son culpables los que tiene a merced suya el gobierno de nuestras vidas, y en la calidad de vida de sus conciudadanos en éste tránsito de luz y oscuridad?
Ahora estaba en la iglesia por un puro acto de fe, o al menos de esperanza. Y fue sin premeditación, un acto instintivo; como si los genes de mis ancestros acostumbrados a sus oraciones, rosarios y responsos en aquella Galicia rural donde la iglesia e hidalguía abarcaban todo el espacio social; fuesen ellos los culpables de que yo, en un acto inconsciente fuese a parar con todas mis angustias en busca de esperanza a ésta iglesia, que no sé siquiera lo que pedir a los santos por saber que están yertos y gélidos.
Según estaba consultado con mis pensamientos,... escucho unos pasos reverenciosos, miré por encima de mi hombro y observo que una mulatita, se llevaba un pañuelo a la cara gimiendo en sollozos como desgranándose al igual que la fruta, en angustias. Sus lágrimas más desahogadas que las mías, porque a través de tantas lágrimas la servían de válvula de escape para sus sufrimientos. Intuí que la mulatita sería una de tantas jóvenes que vienen engañadas a nuestro país con la esperanza de encontrar un puesto de trabajo y se encuentra con que tienen que ejercer la prostitución, una de esas colombianas o brasileñas secuestradas en los burdeles de alterne introducida en nuestro país por redes de mafiosos proxenetas.
Hay algo psicológico cuando vemos que otros sufren; es como un resarcimiento el saber que nuestro sufrimiento no está sólo, hay gente que también el dolor le hace mella, este es el principio de la terapia psicológica de grupo. ¡Ojalá! Pudiera llorar en forma de cascada porque, aún así, tardaría en desalojar mi dolor trescientos sesenta y cinco día sin contar si el año es bisiesto o no. Aquella exótica belleza distrajo mis responsos al altísimo, distorsionando aún más mis conexiones con la divinidad.
Pese a reconocer que la belleza femenina siempre fue mi talón de Aquiles, sin embargo, mi estado de ánimo no me permitía rejodijarme en su espejo. Todo aquello me recordaba a un caso que cuenta la tradición y que ocurrió en el Templo de Nuestra Señora de Guadalupe (Cáceres): un judío entró en el templo y el Cristo comenzó a llorar sangre, y por sus heridas aún no restañadas brotaba como de manantial sereno el vital elemento. Aquel judío fue molido a palos y descuartizado por los fanáticos religiosos. Es peregrino, inculto y fanático creer que una raza es culpable por lo puedan haber hecho o no sus ancestros. Aunque la realidad supere a la ficción: son sin duda campañas de persecución con matices de acose y derribo. Fomentadas en aquel tiempo por intereses, desde los políticos, religiosos y económicos incluso los xenófobos. Campañas de desprestigio orientada para la consumación y exterminio de la raza Judía o en el mejor de los casos su religión o lo que es lo mismo; muerto el perro se acabó la rabia como dirían los inquisidores.
Las técnicas sucias de desprestigio y persecución conservan el mismo cáliz, si algo no interesa a alguien, el poder actuará: se le arrincona, se le quitan sus alforjas, se le hecha al desierto hasta que muera en su propia sazón: es decir, hasta que se desangre de incomprensión y se enajene mentalmente. Los triunfadores no son un efecto casual, obedece al imperio del poder que selecciona según sus criterios las corrientes por las cuales el pez debe de moverse.
Dejé volar mi potente imaginación, nutrida por mi propia historia familiar y quise viajar a las vivencias de mis ancestros a tenor de lo que sabía fruto de las investigaciones genealógica. En aquellos vetustos y polvorientos e infectos pergaminos, libros de bautismo, defunción casamiento. Deteriorados por la enfermedad del tiempo de una variada fauna parasitaria que se alimentaban del papel o de las pieles de animales muertos. Pero que eran testigos, no mudos, sólo amputados por la censura del escribano o sacerdote. Allí estaban registrados mis ancestros, caligrafiados de forma más o menos legible. Sus nombres escritos en tintas con plumas de aveas que volaban como quieren volar las tintas desapareciendo de los documentos. Aun no sé por cuanto tiempo, sino se realiza una política adecuada de conservación en general de nuestra memoria histórica escrita.
Siempre el manejo de aquellos anales, me producían cuando los investigaba una tremenda diarrea orgánica. Llegue a pensar que quizás era debido a las tintas hechas con óxidos altamente tóxicos. Con las cuales estaban escritos los pergaminos y hojas de papel de arroz.
Las tintas estaban fabricadas con óxidos de metales que en definitiva son venenos más o menos activos. Eran libros eclesiásticos, protocolarios, expedientes de hidalguía.
Siendo yo, de una edad de unos seis a siete años, cuando uno observa el mundo desde un enfoque infantil, donde la realidad y la fantasía se mezclan con verdadera fuerza. Ser niño a mi modo de entender es conservar el velo preexistencial aún rasgado, por cuyo viso se observa o traspasa la inocencia de un lado y de otro y se ven cosa que los mayores hemos olvidado.
Siempre me llamó la curiosidad por saber lo que contenía aquel saco, y la procedencia de su contenido. Era un saco de cáñamo amarrado con una cuerda, que se encontraba guardado en uno de los roperos. El saco era voluminoso, con una panza irregular con aristas en todo su contorno, cuando trataba de moverlo sonaba a metálico, como a repiqueteo de campana, me recordaba su sonido al toque de campanillas que los monaguillos agitaban enérgicamente en el momento de la eucaristía. Siempre intuí que aquél saco tenía que ver con cosas sagradas. Como la curiosidad de niño es irrefrenable y después de pensármelo..., un poco saqué el saco del ropero.
Aquel ropero era tan antiguo que la carcoma, insecto coleóptero, devoró las patas de sujeción. Se podía observar los orificios causados en la madera por la acción de las larvas del insecto. Pretendiendo paliar la situación, que la carcoma había producido, entaponé con serrín y cola blanca que previamente cogí del banco de carpintero que mi padre tenía instalado en la otra habitación y taponé los orificios producidos por el temido insecto. Creyendo que de esta manera, podía exterminar a éste enemigo de los enseres de madera, que junto a la mariposa nocturna de la polilla celebran sus festines corroyendo los documentos que reflejan la historia, causando destrozos y amputaciones en los documentos y pergaminos de los archivos, al igual que la peor de las conciencias.
Saqué el contenido del saco y los puse a la vista de igual manera que cuando colocaba el tenderete para subastar los juguetes viejos y en desuso que poseía. Contenía el saco un candelabro de siete brazos, y otros seis de un solo brazo o pieza apoyada sobre un pie, estos últimos igual que los utilizados en los altares de la iglesia católica que veía por los domingos en la misa y sujetando las velas o cirios de cera. Se convirtieron los candelabros en mis juguetes preferidos. Cuando mí abuela Asunción se encontraba ausente o no me podía ver porque estaba trajinando en otro lugar de la casa, aprovechaba para entrar en juego con tales piezas de parafernalia religiosa. Les colocaba trozos de vela, los subía unos encima de los otros y el candelabro de los siete brazos, más robusto y poderoso, soportaba todo el peso de los demás, como sí tal cosa, al igual que si fuese el padre de las religiones.
En uno de estos días tuvo que pasar, y mi abuela Asunción me vio y me regañó. Advirtiéndome que los candelabros eran sagrados y que si actuaba así con ellos sólo el desconocimiento de su significado sería una eximente de lo contrario,” Dios desde el cielo me iba a tirar una teja en la cabeza”.
El miedo al Dios represor, y a la vez misericordioso con sus débiles criaturas causó hipertrofia positiva en mi conciencia, sensibilizando mis fibras místicas. Aquél sentimiento me acompaño el resto de mi vida. Mi abuela había sembrado en mi carácter personal, símbolos de divinidad y comportamientos religiosos: las venganzas y caridad de un Dios Bíblico; y me incliné por esta última, como principio de justicia suprema, la caridad.
Transcurría el tiempo. Y creciendo en edad y conocimientos familiares de carácter genealógicos. Los candelabros oxidándose en su propio sulfato, tiñéndose de una pigmentación entre los laberintos imagineros o figurativos labrados con las herramientas de los artesanos metalistas hebreos, dando un toque de mayor antigüedad a las piezas sagradas.
Pregunté ¿Abuela, quien le dio estos candelabros?
- “Nadie me los dio, fueron heredados de nuestros mayores, sólo Dios sabe el tiempo que tienen”. -Pero, lo que sí te diré, Antoñito, que nuestros mayores lo tenían guardados a buen recaudo, con ellos hacían sus ceremonias religiosas de forma clandestina, en otro tiempo, y en lugares de las terras galegas y en la Bayona Francesa, Italia, Ámsterdam se juntaban los de nuestra sangre y elevaban sus plegarias al Dios de Israel. Y el candelabro siempre acompañó a los nuestros.
Mí abuela me dijo que su procedencia más antigua databa de nuestros antepasados de Castro de Caldelas. Y un dìa la dije:
-¿Abuela quien es el Dios de Israel?
- Yahvé, es el Dios.
Y lo dijo con afirmación y de sus ojos brotaron lágrimas que solo la lluvia eran capaces de disimular, pero yo las vi porque no llovía y la lluvia homeopática diluyó sus lágrimas; eran sus lágrimas como goterones en las casas de los pobres, donde parcialmente el tejado se lo llevó el viento, o como las huellas del caminante borradas por el aguacero, pero yo lo vi y fui bendecido por su cariño y bautizado en sus lágrimas.
- ¿Antoñito porque lloras, no sabes que llegara un día que los hombres al llorar les escuezan los ojos como si fuese por el etéreo volátil que se desprende al cortar la cebolla?
- Eso abuela me sucede en muchas ocasiones; mis ojos me escuecen al cortar la cebolla.
- Dios te salve Antoñito, de beber leche de cebolla.
Y al decir esta palabra causó estupor en mi escaso conocimiento relativo a lo divino. Pensaba que en el cielo había varios dioses. Dije, por tanto, a mí abuela:
-¿Entonces abuela, puedo yo, rezar a los candelabros?
- “No, reza a Dios y enciende luz en los candelabros hasta que la luz se extinga, para que tus oraciones caminen iluminadas en pos del Altísimo. Porque si caminas con la luz y la fe, siempre vencerás, pese, a que sean más las tribulaciones que padezcas que los triunfos que puedas encontrar, porque la vida en adversidad y procede nieto mío de una raza de sufrimiento, persecución y de nación invadida donde la diáspora y el éxodo, caminaba sin norte, guiando a nuestros hermanos”.
Abrí los ojos y tratando de despejarme de tan abstraídos evocamientos, volví a mirar por encima de mi hombro derecho y, la mulata llorona había desaparecido de la atmósfera y del espacio secular. Un frío abismal recorrió por mis espaldas a impulsos eléctricos con carencia de amperios, gracias a Dios. En una ocasión cuando estudiaba electrónica el profesor nos dijo: que no mataban los voltios sino los amperios.
La soledad acampó en mi alma, estaba solo con los santos; combinados de alabastro, madera y piedra Inerte - sólo los óleos de las obras pictóricas que pendían de las paredes por medio de un clavo; me daban un poco de cobijo al menos en el horizonte de mí mirada. - produciéndome un tenue reposo en el puerto de mis tribulaciones.
Se estaba haciendo tarde y no quería que se preocupasen por mí, tras la larga ausencia. Pues desde que salí de casa habían transcurrido doce pesadas y abrumadoras horas, una ausencia tan dilatada iba a preocupar a mi familia, sabían de mi estado de ánimo y cualquier demora podría hacerles pensar lo peor.
Al salir de la iglesia sentí como dejaba atrás una pesada carga, sin embargo, la conciencia seguía martillando en mis sienes como si se tratase de un martillo golpeando en el yunque de una forja. Temía que llegase la noche y me volviese a jugar como de costumbre, una noche de sereno, donde el camión de la recogida de basura era uno de los protagonistas. En otras noches de insomnio pude contar hasta el número de paradas del camión y el chirriar de sus chicharras al accionar el freno. Una noche más donde llegaría a maldecir hasta el goteo del grifo del lavabo pese a ser este tipo mono-canal y las pérdidas de agua o goteo suelen ser infrecuentes. Para prevenir tales acontecimientos nocturnos y, así ahuyentar a los fantasmas de la noche, era necesario que recurriese a los antidepresivos e hipnóticos que el doctor, días antes me había recetado. Tenía que tomar tres comprimidos y cada uno servia para sedar una parte de la mente: uno era para producir un estado hipnótico, otro para levantar el ánimo al despertar, y el tercero era para combatir el estado de ansiedad. Obviamente con ésta combinación de antidepresivos era seguro, que ningún fantasma de la noche me iba a molestar. Pese a que eran necesarios los fármacos no dejaban de ser drogas más o meno activas y adictivas, algo que odiaba, las drogas. Siempre me había mantenido al margen de tales sustancias por haber decidido el camino de la vida sana la salud y el deporte.
Siempre he sido una persona que he recordado la mayor parte de los sueños y algunos de ello que han dejado un recuerdo que vivirá conmigo durante el resto de mi vida. Es y será, guía espiritual de consulta cuando los abatares de la vida irrumpen en la “armonía” del espíritu.
Quisiera traer a colación uno de esos sueños, que seguramente fue producido por un fuerte estado de ansiedad en momentos de persecuciones laborales, debido a razones de carácter sindical.
Quise constituir un comité en la Empresa donde prestaba mis relaciones laborales; y pese a ser este un derecho reflejado en la Constitución y el Estatuto de los Trabajadores, el empresario en esta ocasión trataba de disuadir a sus empleados de tal idea. Y para ello empleaba todos los recursos a su alcance, aunque, algunos de ellos fuesen de signo mafioso, no era de extrañar el empresario pertenecía a un partido de extrema derecha: “Fuerza Nueva”.
Este sueño es como la “Biblia de mis sueños” y lo he de recordar siempre cuando la adversidad irrumpa en mi vida.
Y aconteció así:
Estaba yo, sentado encima de una piedra de tamaño considerable, al lado de un desfiladero. Yo era el único protagonista principal en aquella escena... dentro de un paisaje sobrio, de tierra rojiza, con ausencia de vegetación y a excepción de la piedra donde me encontraba sentado no existía por el lugar ninguna otra más. Era un sueño sin construcciones materiales de hechura por el hombre. Sin embargo, -fue un sueño forjado en la forja del espíritu.
Reflexionaba en el sueño sobre los acontecimientos, que durante aquellos días de persecución que estaba siendo objeto; donde la amenaza del paro laboral estaba a la vuelta de la esquina - de continuar con nuestros legítimos intereses que como trabajadores nos correspondían-. Con las manos apoyadas en mí rostro, y con las yemas de los dedos en las sienes, analizaba la situación que proyectada en mí razón,... expelía por todos lados una impotencia de difícil solución. Sentía que me abandonaban la propia armonía de mí ser, las fuerzas eran absorbidas por otras fuerzas superiores y siniestras que reclamaban la mejor pieza de lo que yo representaba; como si le perteneciese mí propio espíritu. Mirando al espacio a un cielo indefinido, observé como una bola de fuego descendía hacía el lugar donde yo me encontraba, la bola de fuego gradualmente se aproximaba, su dimensión se relativizaba y podía comparar su tamaño... Era grande de forma esférica que suavemente descendió hasta posarse en la zona telúrica a unos treinta metros de donde yo me encontraba. Por uno de los lados del objeto se abrió una compuerta y descendió un personaje y seguidamente a éste le acompañaban otros dos más. Eran altos, vestidos con túnicas, de un blanco nuclear, de mangas ligeramente por encima de la muñeca, el faldón les llegaba hasta los talones y en sus pies llevaban sandalias. Las túnicas llevaban adornos bordados en hilo dorado. Apenas dieron siete pasos cuando el que iba primero de los tres le hizo una señal con su mano derecha, a la vez que les obligó a frenar la marcha. A la señal, los dos se quedan esperando; y el que salió primero se dirigía hacia mí impertérrito, la fuerza superior que me atenazaba no me dio tiempo de reaccionar o quizás aquellas fuerzas trémulas fuesen las culpables de mi inmovilidad.- ¿Quién era aquella persona o ser? Sólo Dios sabe a que mundos procedían, o quienes de los mensajeros divinos fueron enviados a mi sueño. -¿Quizás emergieron de un sueño dentro de otro sueño?
El caso era que el personaje estaba a escasos metro de donde yo me encontraba. No tomé ninguna posición o actitud de defensa ni me encontraba en un estado como para tomar alguna acción violenta o amistosa contra el personaje, me encontraba apático, sin fuerzas. Sin embargo, la fuerza que irradiaba. Positiva, era contraría a las que me atenazaban.
Al fin, el personaje estaba frente de mí, yo continuaba sentado en la piedra, quizás la piedra angular… ¿De que construcción?. El personaje me dijo con voz suave tan dulce como el néctar:
- La piedra angular eres tu, quien construye su templo en la piedad y la misericordia a de comenzar el proyecto con tales materiales ¿Cual es tú problema?, ¡levántate de la piedra de donde estas sentado, ven y mira!.
Me levanté y atendí a las indicaciones que aquél ser celestial me ordenaba y, me acompañó hasta al filo del precipicio, y me volvió a decir:
- “ He ahí tu problema “. Mire y vi efectivamente a los responsables de todas mis preocupaciones, eran los representantes de la Empresa y represores a mi sazón. Los encargados de que yo desistiese de mi intención y proyecto de constituir el comité sindical.
- ¿Que les harías, están a tu merced?
Cargué la piedra donde estaba sentado y con una fuerza espectacular la eleve por encima de mí cabeza y la lance a aquel abismo, la piedra gradualmente iba descendiendo en el vacío tomaba un mayor volumen. Cuando la muerte de mis perseguidores era eminente y la sombra de la piedra proyectaba una sombra en forma circular cubriendo a los dos sujetos, y su muerte iba a ser imimente, algo en mi afloró como en la primavera las primeras flores más delicadas, y con un sentimiento de piedad hacía mis dos enemigos y perseguidores; invoqué en oración al Altísimo para que en su divina potestad cambiase la trayectoria de la gran piedra y por ende, dejase libres sin daño, a mis opresores.
En mí plegaría al Altísimo invoqué por medio del Santo Sacerdocio de Melquisedec del cual estaba yo investido desde antes de mi sueño. Y la piedra como movida por el soplo de un gigante cambió la trayectoria certera y salvo de aquella muerte eminente a los dos sujetos que me hostigaban como si fuesen los egipcios en tiempos de la esclavitud: yugo y cadena que impusieron a los judíos. Sin embargo, en esta ocasión mis enemigos fueron salvos. El impacto que ocasionó la piedra al golpear contra el suelo causó una nube polvorienta que por mucho que se elevaba, no llego a la altura de la montaña donde nos encontrábamos.
Aún mantenía la posición de rodillas que había adoptado en mis suplicas al Altísimo, cuando el mensajero me impone las manos sobre mí cabeza y dice:
- “ Habiendo superado la prueba de la misericordia, yo te digo: “siempre que los vientos huracanados golpeen tu hacienda o las tribulaciones las sientas como garras en tu gaznate, y tus enemigos, como manadas de lobos al acecho de los corderos, y sientas que tus días están contados y que tu existencia está a punto de extinguirse bien por salud o accidente o porque quieran quitarte la vida, te prometemos que si tú nos invocas tan sólo con un hálito acudiremos en tu rescate. Porque, no habrá hijo de hombre que aguante la ira del Todopoderoso Yahvé”. Y habiendo sido comisionado para rescatarte de tu adversidad, sabiendo que eres hombre de misericordia y que tu ira no ha sido consumada contra tus enemigos, yo, te digo:
-“ Vence a tú enemigo con la misericordia que yo los venceré con la espada” – Dime, cuales son tus enemigos y yo entraré en sus sueños y hay de ellos, sino superan las pruebas, más le hubiera valido amarrarse una soga a una piedra y echarse ellos mismos al mar.
Quizás me desperté del sueño en una determinada fase en la cual quedan grabados los acontecimientos ocurridos en los sueños.
El caso es que aquel sueño o mensaje ha quedado impreso en mi memoria y corazón como de un hecho real se tratase. Así lo he querido entender, aunque he de decir que he sufrido situaciones en las cuales he invocado a los personajes oníricos y no se han manifestado en mí auxilio, al menos de forma consciente, quizás por otros cauces de la divina providencia hayan pasado ajenos a mi comprensión.
Pero aún sigo esperando de nuevo su mensaje o presencia, al igual que los judíos esperan a Elías... sentarse en la silla, hoy en día vacía. Pero aún creo en los sueños y sigo esperando. Y en algunas ocasiones, las tribulaciones han proliferado como un efecto multiplicador. Sin embargo, el sueño en mí mente se ha mantenido fresco como en la primera noche en que lo soñé; como los brotes de la vid en terreno árido.
Desperté de aquel sueño a la vez que me incorporaba de medio cuerpo, sentado en mi cama y mi pecho parecía una caja de resonancia conectada a mis tímpanos al igual que los casco de los caballos cuando van al trote, el corazón quería saltar de mi caja toráxico. Al instante volví a reconciliar el sueño y el mismo personaje celestial puso delante de mi vista un libro con pastas rojas y en letras negras refería la siguiente leyenda: “UN VIAJE POR LA MEMORÍA, EL JARDINERO GALLEGO DEL PRIMER LEHENDAKARI DE LOS VASCOS”. Abrí enfrente de mi y las páginas como palomas blancas se sucedían unas a la otros y lo que estaba escrito penetraba en mi mente a una velocidad de vértigo, a la vez que asimilaba todo su contenido.
También se debería de titular “ EL JARDINERO SIN TIERRA” al igual que aquél otro título del artículo que escribí un 18 de Agosto 2000, en el Diario Della,” LOS JUANES SIN TIERRA DE GASTEIZ” y que ahora quiero reseñar:
Un Real Decreto de expulsión promulgado un 31 de Marzo de 1492, hace que los judíos de Gasteiz se planteen la disyuntiva de exiliarse o convertirse; los que sé convirtieron cambiaron su sinagoga por iglesia; A estos les denominaron “marranos”. Tras casi dos milenios de presencia interrumpida en la Peninsula Iberica, únicamente la Judería Babilónica actualmente Irak tiene una historia más larga de presencia. Mientras que los exiliados, aunque el decreto de expulsión no confiscaba todos sus bienes, tuvieron que dejar todo cuanto poseían temporalmente como de una “letra de cambio” se tratase, a la espera de una venta digna de sus bienes. Perdieron pues casi todo. Pienso como fue su marcha hacía el Sur de Francia, y, por más que invoco a las musas de la inspiración me niegan la sal de lo etéreo o lo que es lo mismo la quinta esencia espiritual; se resiste a accionar su mecanismo librepensador. Lo que no cabe duda es que todo exilio es traumático y que la nostalgia afloraba en sus corazones durante el resto de sus vidas. Al fin y al cabo los judíos eran judíos de la calle de Vitoria. Una historia del Pueblo Hebreo cargada de un destino alto y terrible. Ningún pueblo ha sufrido tanta tragedia geográfica de una falta de tierra. Una historia de una simetría entre el Éxodo y la Diáspora. Peregrinos durante cuarenta años `por el desierto, con las uñas y los diente hicieron brotar agua de las rocas; con su pensamiento y cultura transformaron todo cuanto tocaban, no había mercader judío de alforjas vacías, sus doctores y apologistas cambiaron conductas en el pensamiento humano.
En Gasteiz justo al tiempo departir al exilio en el 1492, una peste terrible asoló a la Ciudad, algunos galenos que partían al exilio se les reclamo para que prestasen sus servicios a una ciudadanía que agonizaba y que requería del talento y ciencia de sus judíos.
La Jerusalem vasca de Vitoria conserva aun vestigios que pese al afán de quienes se empecinan en erradicar todo vestigio de identidad de esta grey, la tierra se abre y deja mostrar desde sus entrañas unas heridas aun no restañadas que testimonia de un esplendor de vida y muerte. Que canta en versos y responsos de un pueblo herido. El Talmud y la Torá son llevadas de nuevo en el Arca de la Alianza. Huellas ancestrales, enterradas en el cementerio hebreo emplazado en la Colina de Judizmendi que se encuentra al Este de la Capital, al final de la Calle Olaguibel y Carlos VII. En el año 1851, al excavar unas zanjas para cimientos de edificios, aparecieron osamentas humanas. Era el viejo cementerio hebreo. El Ayuntamiento de Vitoria se había comprometido a no edificar, allí, como prueba de homenaje y agradecimiento a la colaboración que los médicos judíos realizaron en tiempos de peste y expulsión. Recientemente el Alcalde de Gasteiz, Sr. Alonso, recibió a una representación de judíos que homenajearon a sus difuntos y entonaron sus alabanzas al Altísimo en el Cementerio de Judizmendi y colocaron una placa conmemorativa.
La Inquisición siempre mostró repulsa por el derramamiento de sangre, sin embargo, la sangre quemada por la hoguera que sufrieron millones de hebreos no escandalizaba a sus ejecutores. Desde entonces cuantas quemas habremos sufrido en silencio, sin saber donde está el fuego, simplemente hemos sentido un sabor residual a quemado en nuestras bocas, que ha perdurado aún en el morir de los tiempos. Y esto me recuerda a algo...Pero no quiero llamarlo por su nombre, porque quizás muchos hemos sido quemados en efigie sin saberlo. Solo sus efectos han sido los delatores de tan trágico destino: empresas inducidas a la quiebra por oscuros intereses, adjudicaciones a comisión, patentes enmohecidas sin capital riesgo, licenciaturas arrinconadas, oposiciones frustradas, carné político equivocados o sin fuerza en los resortes y por ende sus militantes castigados por el partido dominante, muertes por las soberanías de los pueblos... ayer igual que hoy pero aspiramos a que sea menos que mañana. Solo queda decir: ¿ Quiénes son los culpables? Ante de que la historia los delate, están en el pensamiento de todos. Y la Inquisición continua amenazando por diversos caminos de la vida.
El Día 05-3-2005 El Diario DEIA publico un trabajo de investigación a cerca del éxodo judío, esta vez en tierras murcianas.
Osario Judío
Es un deber de todo investigador histórico publicar e informar de aquellos resultados obtenidos fruto de la investigación. Máxime cuando se trata de aspectos concernientes, a pesar de lo aciago de los tiempos. Están aún latentes en los archivos documentales que sobreviven por la Gracia de Dios para ser testigos de nuestros aciertos o errores.
Los judíos convertidos que quedaron en el Estado español tuvieron que negar del cuidado de las osamentas y enterramientos de los que les precedieron por miedo a una inquisición vigilante y alerta. Conversiones en el mayor de los casos forzadas por ñla situación. Semanas antes del éxodo, los cementerios judíos eran frecuentados por su familiares y amigos rogando al Altísimo durante semanas enteras por la consagración y perpetuación de las osamentas y por la tieerra que les abrigaba por la eternidad, hasta disolver su sustancia con el humus.
Los Reyes Católicos conociendo el valor moral y religioso, aunque su actitud falta de ortodoxia, actuando “políticamente incorrecto” y consultando quizás con Torquemada, Inquisidor General. Resolvieron promulgar una provisión en los términos siguientes: “ Provisión de los Reyes Católicos por la que donan al Monasterio de Santa Clara de Murcia el osario y enterramiento que dejaron los judíos tras su marcha para que se hagan cargo de él. (Archivo General de Simancas), Código de Referencia ES. 47.161.AGS/2.29: Patronato Real, Caja 59, Doc.58; Fecha de 1492-12-04)
El Gobierno Autónomo de Murcia debe de facilitar a las autoridades judías el emplazamiento del antiguo cementerio de los judíos españoles. Como representante religioso judío más próximo a nosotros, podría interesarse por el tema el rabino de la sinagoga de Baiona.
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