sábado, abril 25, 2009

COLCHÓN ANCHO PARA ETERNAS NOCHES DE SERENO



COLCHÓN ANCHO PARA ETERNAS NOCHES DE SERENO


Acostumbrado a dormir con el talante y respeto que uno debe a su acompañante de cama, duermo en una esquina del colchón de látex, pese a disponer de toda ella. Es como una amputación que tras ser intervenido o accidentado y han de quitarte un brazo, pierna, etc. Sientes el miembro extirpado al igual que el calor de la persona amada; hasta que la intensidad del sueño lucha por recuperar lo perdido y aparece la soledad del alma, la angustia, el cáncer del alma, ella ya no está a mi lado. Se fue como las golondrinas de los aleros de mi balcón extremeño, se fue sin un beso de marfil contra marfil, se fue con hiel. Han pasado hoy tres largos y ruinosos meses: sin sus sueños, sin su cuerpo, sin sus besos de sabor a azucenas, sin su olor a manzana, se fue toda ella y me quedé con un cielo cubierto por una noche oscura y lluviosa.
Desde mi más tierna niñez observaba el día que aparecía tras la muerte de algún familiar, amigo o vecino, casi siempre era un día gris. Observaba a los altos cipreses inclinarse su sombra sobre los ataúdes acariciando la madera de caoba o pino, al fin, los cipreses son de madera y se rinden en homenaje, sin importarles el yaciente.
El amor, no es común, es propio del corazón de quien lo siente, mi corazón siente amor también dolor, este desamor hace que mi respiración sea lenta, mis latidos altos, mi tensión descompensada, mi cerebro que es base o soporte de mis ideas me incita a una muerte que rechazo, tomo alimentos o productos químico farmacéuticos que aumenten mi volumen de serotonina o dopaminas…Es la respuesta cuando uno cree que ya el amor no volverá ni las golondrinas a anidar en los aleros de mi balcón. Pero la seguiré queriendo hasta que mi cerebro me lo permita y mis ideas se idealicen en otros artes, otras inquietudes, sentirme útil para algo o alguien. Mi cabeza zumba como una colmena en primavera, las flores me recuerdan a ella, el río con su caudal que pasa al igual que pasaron nuestros años; que se fueron sin ser baldíos, movieron el molino que molió el pan. Por fin, el trigo dio su fruto y nuestros hijos crecieron. ¿Cuando seré capaz de saber vivir sin ella, de dar mis primeros pasos sin su compañía? ¿Cuando acabará mi condena? Me dijeron que la mancha de una mora con otra verde se quita. Pero esto no es ninguna mancha, se ha hecho una herida que rezuma a borbotones, que no cesa, que amenaza con irse la vida de mi maltrecho corazón, y sangra ¿El tuyo, Dios quiera que se cure tu herida? Y todo el sufrimiento recaiga en mis anchas espaldas.
Te quise, te quiero y te querré más allá de la muerte. No pronuncio tu nombre porque tengo herido el corazón y no sea que la angustia acabe por rasgar lo que queda de mi maltrecho sentimiento.
Cuando muera la luna y las mareas del mar desaparezcan te esperaré en mi barca cuando llegue el ocaso. Repetiré la vida junto a tu lado y amaré a nuestros retoños como siempre les he amado… Seré yo y tú serás otra vez mía.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi dulce amigo, gracias por tus visitas y tus entrañables palabras.
A quien vaya dirigido tu pensamiento. a ella la Princesa de Los Luceros, mas allá del inmenso cielo, se sentirá amada y acurrucada entre tus palabras jamas soltara tu mano por infinita que sea la distancia.
Un abrazo
anne

Antonio Valcárcel dijo...

¡Ojalá! Tus palabras se conviertan en realidad. Mi mano siempre estará tendida, ella, la puede aceptar o optar por una enfermedad que se denomina desamor cuyos efectos suelen ser imprevisibles. No se por cuanto tiempo podré seguir con mi corazón roto. Lo que si ansío es la libertad y romper cadenas, subir montañas, nadar ríos...para olvidarme de ella.
Muchas gracias Anne por ser como eres: especial.