Dicen que eras un persona que no le producía ningún miedo comenzar a escribir en un papel en blanco. Con tu pluma labrabas las palabras al igual que el buril la imagen del imaginero.
Recuerdo las reuniones del Club de Leones en la calle Ledesma de Bilbao. Y con la fuerza que defendías las acciones filantrópicas que emprendíamos, siempre te declinabas por aquellos sectores de la sociedad más necesitados. Eras altruista y medidor de las palabras, de inteligencia hábil para “templar las gaitas” en aquellas nuestras reuniones. Fueron muchas las acciones que acometimos los leones de Bilbao y que de forma personal nos tocó a nosotros llevarlas a efecto. Ante los medios de comunicación: - la entrevista que el Diario Deia nos dedicó con la periodista Nekane Lauzirica acerca de la Campaña contra la ceguera a las personas sin recursos con graves problemas de vista; los perros guías para invidentes en colaboración con la ONCE; las gafas del niño marroquí Oshama; los presos de la cárcel de Basauri; la entrega de un vehículo furgoneta a la Asociación de Ayuda en Carretera DYA; la donación de algunas obras pictóricas a los medios periodísticos que nos sobraron de la subasta de la“I Exposición de Pintores Vascos” en la cual Eduardo Chillida, Nestor Basterretxea, Barceló y un gran elenco de artistas pictóricos sumaron sus obras a la acción social. Con objeto de recaudar fondos para la Asociación de Ayuda y Autoapoyo a los Enfermo de Sida T-4 y SOS BALKANES,etc.
También quedó atrás aquél proyecto de libro poético que juntos íbamos a engendrar y que nunca vio la luz.
¿Te acuerdas cuando publiqué mi opera prima?: “Crujidos Grises” y te pregunté si te había gustado y me dijiste:- “Tienes algunas cosas muy buenas y otras no tanto, en conjunto la obra es buena”. Y en esto coicidistes con el critico literario de El Correo que firmaba como Yon Agirre. Tu hijo también periodista, Carlos, presentó el libro en el Club Oboe de Bilbao junto a la poetisa Ascensión Valgañón. Pues de todas las críticas que recibió la obra la que más me motivó fueron tus palabras y la promesa que quedó sin cumplir de escribir una obra entre ambos dos. Tu ahora, que cruzaste el umbral hacía la otra dimensión que es la muerte física y certera. Con tu larga y fructífera vida. Y por si cada una de tus obras aquí en la tierra has logrado un peldaño, de seguro habrás llegado muy alto.
Te recuerdo con tus andares cortos y sin descanso, con un libro de etimología que habías ido acumulando y encerrado en los circuitos neuronales de tu gloriosa cabeza. Cada vez que preguntábamos por alguna cosa que tuviese que ver con la cultura, estabas tú para responderla de forma certera y documentada.
Como dijo el cantautor y poeta Alberto Cortes:“Cuando un amigo se va
queda un espacio vacío
que no lo puede llenar
la llegada de otro amigo.
Cuando un amigo se va
queda un tizón encendido
que no se puede apagar
ni con las aguas de un río.
Cuando un amigo se va
una estrella se ha perdido
la que ilumina el lugar
donde hay un niño dormido. ..”
Querido Alberto, nos has dejado y nos has dado el mayor de los ejemplos a los que un hombre debe de aspirar: EL SERVICIO A LOS DEMÁS. Y como sentenciaba la frase en una de las columnas trasversales del local de nuestro Club: “Quién no vive para servir, no sirve para vivir”.
Antonio Valcárcel
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